/ viernes 26 de octubre de 2018

Capitalismo, migración y el sur invadiendo al norte

Dicen los antropólogos que los primeros homínidos tuvieron su origen en África ¿Entonces Adán y Eva eran africanos? De ahí las diferentes especies de homínidos migraron por todo el mundo, empujados por la necesidad de comer, como lo vemos hasta ahora en muchas especies de animales, el motor de esas migraciones fue y sigue siendo la sobrevivencia, es decir, la economía. Originalmente al cubrir las exigencias de esa necesidad se enfrentaban colectivamente, nuestros antepasados cazaban y se comían al mamut colectivamente, así sembraban y cosechaban colectivamente, ante la escases apareció el sentimiento de propiedad de lo mío y de lo tuyo. Colectivamente enfrentaban los intentos de despojo de otras tribus o clanes que andaban en lo mismo, se fue construyendo el sentimiento de etnia, de raza, de tribu y de propiedad territorial. El éxodo, inmejorable ejemplo de migración por sobrevivencia.

Idea y sentimiento de nación que surge de esa mezcla abigarrada de migraciones, culturas, territorio y propiedad. El sistema capitalista, en su necesidad de desarrollo y expansión, ha dado un carácter cosmopolita a la producción, se apropia del mercado mundial —lo que llamamos hoy globalización—; saquea las riquezas naturales de los continentes más alejados, divide y crea naciones “independientes” según su conveniencia. Y les impone gobiernos que no son más que administradores y policías a su servicio; “Lacayos del imperialismo”, a los insumisos los elimina como a Patricio Lumumba, Thomas Zancará el Che Guevara africano, Salvador Allende y cientos más.

El capitalismo donde quiera que ha conquistado el poder ha destruido las relaciones territoriales, las costumbres, las religiones y ha convertido a la persona en una simple mercancía, generando entre los hombres el vínculo del interés “de cuánto tienes, cuánto vales”. Imponiendo sus valores de raza, moral y de clase. Con el sentimiento de nación junto con la religión nos da también la idea, ese sentimiento, de trascendencia, de que no nos morimos, esa idea de que venimos de un pasado inmemorial y vamos a un futuro inmemorial, de que sobreviremos intemporalmente a través de nuestra patria y en otra vida después de la muerte.

La caravana de nuestros hermanos centroamericanos no es el comienzo de un fenómeno regional, es mundial, y ha sido permanente, ahora acentuado por el capitalismo. Cuando el capitalismo en su llamada acumulación primitiva expropió las tierras a los campesinos, incluso a la misma Iglesia, necesitaba de esos “hombres libres” para explotarlos en las fábricas con jornadas hasta de 16 horas diarias, necesitaba mano de obra que se incorporaba a ese sistema de producción; y cuando escaseaba, se fue a cazarla al Continente Africano y traerla por la fuerza, asesinando, deshaciendo familias y pueblos para venderlos aquí como esclavos. Algunos historiadores dicen que sólo sobrevivían en esa travesía cinco de cada 10 africanos. Pero eso sí, llegando a su destino esos mercaderes de humanos hacían una misa para dar gracias a su dios por el éxito obtenido.

Que importaba, al fin la Iglesia Católica ya había dictaminado que el indígena americano sí tenía alma, pero el negro no.

El problema de la migración no es un problema de la población, es un problema del sistema económico mundial. Cuando el capital necesitó de mano de obra barata no hubo ley migratoria ni nacionalismo ofendido en ninguna parte del mundo. La historia de México es muy rica en esa experiencia. Recuerdo, hace más de cincuenta años cuando mi hermano Santiago se fue seis o siete veces de “espalda mojada” a Estados Unidos, nomás venia a embarazar a la esposa y vámonos de regreso. Muchos se han quedado allá, repoblando tierras que fueron nuestras; ya el imperio no los necesita, los está expulsando. La automatización y la competencia en la producción ha generado el desempleo a nivel mundial, donde antes se necesitaban cinco obreros, hoy hay uno. Trump alienta y explota el racismo, el nacionalismo de derecha y la xenofobia en contra de los migrantes: “¡Invasión criminal!”, “Nos vienen a quitar el empleo”, grita histérico Donald Trump. Que lo diga este demente no sorprende. Lo que sorprende e indigna es que el gobierno mexicano obedezca órdenes, cual fiel policía, de parar y maltratar a los hermanos migrantes centroamericano y darles un trato que el mismo gobierno gringo da a nuestro paisanos mexicanos.


Dicen los antropólogos que los primeros homínidos tuvieron su origen en África ¿Entonces Adán y Eva eran africanos? De ahí las diferentes especies de homínidos migraron por todo el mundo, empujados por la necesidad de comer, como lo vemos hasta ahora en muchas especies de animales, el motor de esas migraciones fue y sigue siendo la sobrevivencia, es decir, la economía. Originalmente al cubrir las exigencias de esa necesidad se enfrentaban colectivamente, nuestros antepasados cazaban y se comían al mamut colectivamente, así sembraban y cosechaban colectivamente, ante la escases apareció el sentimiento de propiedad de lo mío y de lo tuyo. Colectivamente enfrentaban los intentos de despojo de otras tribus o clanes que andaban en lo mismo, se fue construyendo el sentimiento de etnia, de raza, de tribu y de propiedad territorial. El éxodo, inmejorable ejemplo de migración por sobrevivencia.

Idea y sentimiento de nación que surge de esa mezcla abigarrada de migraciones, culturas, territorio y propiedad. El sistema capitalista, en su necesidad de desarrollo y expansión, ha dado un carácter cosmopolita a la producción, se apropia del mercado mundial —lo que llamamos hoy globalización—; saquea las riquezas naturales de los continentes más alejados, divide y crea naciones “independientes” según su conveniencia. Y les impone gobiernos que no son más que administradores y policías a su servicio; “Lacayos del imperialismo”, a los insumisos los elimina como a Patricio Lumumba, Thomas Zancará el Che Guevara africano, Salvador Allende y cientos más.

El capitalismo donde quiera que ha conquistado el poder ha destruido las relaciones territoriales, las costumbres, las religiones y ha convertido a la persona en una simple mercancía, generando entre los hombres el vínculo del interés “de cuánto tienes, cuánto vales”. Imponiendo sus valores de raza, moral y de clase. Con el sentimiento de nación junto con la religión nos da también la idea, ese sentimiento, de trascendencia, de que no nos morimos, esa idea de que venimos de un pasado inmemorial y vamos a un futuro inmemorial, de que sobreviremos intemporalmente a través de nuestra patria y en otra vida después de la muerte.

La caravana de nuestros hermanos centroamericanos no es el comienzo de un fenómeno regional, es mundial, y ha sido permanente, ahora acentuado por el capitalismo. Cuando el capitalismo en su llamada acumulación primitiva expropió las tierras a los campesinos, incluso a la misma Iglesia, necesitaba de esos “hombres libres” para explotarlos en las fábricas con jornadas hasta de 16 horas diarias, necesitaba mano de obra que se incorporaba a ese sistema de producción; y cuando escaseaba, se fue a cazarla al Continente Africano y traerla por la fuerza, asesinando, deshaciendo familias y pueblos para venderlos aquí como esclavos. Algunos historiadores dicen que sólo sobrevivían en esa travesía cinco de cada 10 africanos. Pero eso sí, llegando a su destino esos mercaderes de humanos hacían una misa para dar gracias a su dios por el éxito obtenido.

Que importaba, al fin la Iglesia Católica ya había dictaminado que el indígena americano sí tenía alma, pero el negro no.

El problema de la migración no es un problema de la población, es un problema del sistema económico mundial. Cuando el capital necesitó de mano de obra barata no hubo ley migratoria ni nacionalismo ofendido en ninguna parte del mundo. La historia de México es muy rica en esa experiencia. Recuerdo, hace más de cincuenta años cuando mi hermano Santiago se fue seis o siete veces de “espalda mojada” a Estados Unidos, nomás venia a embarazar a la esposa y vámonos de regreso. Muchos se han quedado allá, repoblando tierras que fueron nuestras; ya el imperio no los necesita, los está expulsando. La automatización y la competencia en la producción ha generado el desempleo a nivel mundial, donde antes se necesitaban cinco obreros, hoy hay uno. Trump alienta y explota el racismo, el nacionalismo de derecha y la xenofobia en contra de los migrantes: “¡Invasión criminal!”, “Nos vienen a quitar el empleo”, grita histérico Donald Trump. Que lo diga este demente no sorprende. Lo que sorprende e indigna es que el gobierno mexicano obedezca órdenes, cual fiel policía, de parar y maltratar a los hermanos migrantes centroamericano y darles un trato que el mismo gobierno gringo da a nuestro paisanos mexicanos.