/ miércoles 26 de enero de 2022

Centenario de un asesino

Para muchos, en especial para los jóvenes revoltosos actuales que hacen marchas y disturbios en las ciudades en protesta por la masacre de Tlatelolco y de la Normal, el nombre de Luis Echeverría Álvarez es casi desconocido, máxime que en la actualidad la mayoría de los jóvenes carecen de los mínimos conocimientos sobre la historia de México.

Hace unos días este desagradable personaje cumplió cien años de vida, si bien dicen un tanto en soledad, al menos los pasó en su palacete de San Jerónimo, en la Ciudad de México. Según su amigo y colaborador, Jorge Nuño Jiménez, el expresidente goza de cabal salud, se encuentra activo y tranquilo, sin que le remuerda la consciencia de nada.

Quienes vivimos aquellas épocas de genocidio, no podemos olvidar la muerte y prisión de más de mil estudiantes y civiles. Cómo olvidar a un orangután que gobernaba con resentimiento y que junto con Echeverría, que ocupaba la Secretaría de Gobernación, planearon, junto con Gutiérrez Barrios, la emboscada y matanza en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, ese 2 de octubre del 68, a manos del batallón Olimpia del Ejército, manteniendo la represión el resto del gobierno diazordacista, que heredara el poder a Luis Echeverría, un tipo populista que se decía de izquierda, sin saber realmente qué significaba.

Que si bien con esa mentalidad popular creó durante su gobierno instituciones como la Profeco, Infonavit, Fovissste y Fonacot, también hizo una reforma educativa no muy certera y dio facilidades a conocidos y amigos para invertir y crear el Cancún turístico que hasta hoy les deja buenos dividendos. En su afán de poder, quiso contener las voces de estudiantes y maestros y de nuevo buscó la manera de controlarlos con supuesta mano dura, pero ya no con el Ejército, que tras el 68 quedara muy denostado, así que de nuevo bajo el mando del estratega Gutiérrez, formó el grupo paramilitar llamado Los Halcones, que el 10 de junio de 1971 detuvieron una manifestación pacífica que partía del Casco de Santo Tomás del Politécnico, con el resultado de muchos muertos, heridos y detenidos, incluso detenidos en los centros de socorro donde habían ido a curar las heridas.

Genocida, falsamente exonerado, que causó un desastre económico en el país con graves devaluaciones y endeudamientos, y al que su séquito de colaboradores y aplaudidores vitoreaban y decía que México iba bien gracias a él. Quiso crear una universidad del tercer mundo, basada en pensamientos ilusos en su plan de disminuir la pobreza del pueblo; sólo logró empobrecerlos más y aumentar la miseria, provocando la salida de capitales y de inversionistas, y para colmo nos dejó a un ladrón de Presidente, que acabó de desgraciar al país.

Este personaje que cumplió cien años de triste vida, no se lleva las felicitaciones del pueblo, sino las maldiciones de quienes perdieron a un familiar y sus capitales a manos de este genocida populachero. Y hay historias que se repiten.

Para muchos, en especial para los jóvenes revoltosos actuales que hacen marchas y disturbios en las ciudades en protesta por la masacre de Tlatelolco y de la Normal, el nombre de Luis Echeverría Álvarez es casi desconocido, máxime que en la actualidad la mayoría de los jóvenes carecen de los mínimos conocimientos sobre la historia de México.

Hace unos días este desagradable personaje cumplió cien años de vida, si bien dicen un tanto en soledad, al menos los pasó en su palacete de San Jerónimo, en la Ciudad de México. Según su amigo y colaborador, Jorge Nuño Jiménez, el expresidente goza de cabal salud, se encuentra activo y tranquilo, sin que le remuerda la consciencia de nada.

Quienes vivimos aquellas épocas de genocidio, no podemos olvidar la muerte y prisión de más de mil estudiantes y civiles. Cómo olvidar a un orangután que gobernaba con resentimiento y que junto con Echeverría, que ocupaba la Secretaría de Gobernación, planearon, junto con Gutiérrez Barrios, la emboscada y matanza en la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, ese 2 de octubre del 68, a manos del batallón Olimpia del Ejército, manteniendo la represión el resto del gobierno diazordacista, que heredara el poder a Luis Echeverría, un tipo populista que se decía de izquierda, sin saber realmente qué significaba.

Que si bien con esa mentalidad popular creó durante su gobierno instituciones como la Profeco, Infonavit, Fovissste y Fonacot, también hizo una reforma educativa no muy certera y dio facilidades a conocidos y amigos para invertir y crear el Cancún turístico que hasta hoy les deja buenos dividendos. En su afán de poder, quiso contener las voces de estudiantes y maestros y de nuevo buscó la manera de controlarlos con supuesta mano dura, pero ya no con el Ejército, que tras el 68 quedara muy denostado, así que de nuevo bajo el mando del estratega Gutiérrez, formó el grupo paramilitar llamado Los Halcones, que el 10 de junio de 1971 detuvieron una manifestación pacífica que partía del Casco de Santo Tomás del Politécnico, con el resultado de muchos muertos, heridos y detenidos, incluso detenidos en los centros de socorro donde habían ido a curar las heridas.

Genocida, falsamente exonerado, que causó un desastre económico en el país con graves devaluaciones y endeudamientos, y al que su séquito de colaboradores y aplaudidores vitoreaban y decía que México iba bien gracias a él. Quiso crear una universidad del tercer mundo, basada en pensamientos ilusos en su plan de disminuir la pobreza del pueblo; sólo logró empobrecerlos más y aumentar la miseria, provocando la salida de capitales y de inversionistas, y para colmo nos dejó a un ladrón de Presidente, que acabó de desgraciar al país.

Este personaje que cumplió cien años de triste vida, no se lleva las felicitaciones del pueblo, sino las maldiciones de quienes perdieron a un familiar y sus capitales a manos de este genocida populachero. Y hay historias que se repiten.