/ jueves 21 de abril de 2022

Cero y van dos

Me dio un ataque de risa leer las declaraciones de Pablo Gómez, director de Inteligencia Financiera, antiguo defensor de las propuestas del PRD y orgulloso de portar la camiseta amarilla, que cambió por la guinda para agarrar hueso y que seguramente por mantenerlo dijo que en la pasada farsa de revocación de mandato todos aquellos que se abstuvieron de acudir a las urnas y externar su voto real y concreto deberían recibir un castigo, toda vez que era una votación obligatoria.

Si bien votar en una elección para llevar a un candidato a un cargo de elección popular, ya sea para el Poder Legislativo o Ejecutivo de cualquier nivel de gobierno, es un derecho ciudadano, también es cierto que el ciudadano tiene derecho a abstenerse cuando no le convencen los candidatos o las propuestas de los partidos en competencia, así que si se ejerce ese derecho en una votación real y con un objetivo definido, con mayor razón 90% de la ciudadanía se abstuvo de participar en una mala copia de los regímenes de Venezuela y de Chávez, su creador y promotor. Ahora que si de castigo se trata, debería empezar por López Obrador, que abiertamente anuló su papeleta con el nombre de Zapata. Si bien la respuesta ciudadana fue una derrota y un laxante para el actual gobierno, se ve que a Pablo le pegó tan fuerte que le provocó una diarrea cerebral, máxime que por su cargo no tiene injerencia en calificar una votación y menos amenazar a los ciudadanos.

Otro duro golpe fue el resultado de la discusión en San Lázaro el pasado domingo de Resurrección, reunión que los legisladores mayoritarios habían programado estratégicamente esperando poca asistencia de la oposición, tanto por la fecha como por las hordas organizadas en las afueras del recinto para impedir el acceso de los legisladores de las diferentes bancadas opositoras, pero les salió mal el negocio al no alcanzar el voto mayoritario y echar atrás la reforma eléctrica propuesta a modo por el Ejecutivo, a fin de seguir favoreciendo a sus amigos, empezando por Bartlett y a quienes le venden a CFE el carbón para quemarse y producir energía contaminante.

Ante la derrota, AMLO no tardó en calificar a los que votaron en contra como traidores a la patria, por votar a favor de energías limpias que apoyen a evitar la contaminación ambiental, proyecto mundial al que México está adherido y por lo que debiera impulsar la producción de energía solar, eólica, geotérmica e hidráulica en lugar de quemar combustóleo y carbón. Cierto es que Pemex y CFE están en números rojos, con falta de crecimiento y deteriorados, pero eso es por la rapiña que se ha dado en sus directivos, sus sindicatos y el que se sigue favoreciendo el robo de energía y el huachicol.

Lástima que una mente laxada no puede recapacitar que el retiro de medicamentos para cáncer, la oposición a vacunar a los niños, la falta de medicamentos y vacunas, el saqueo de los fideicomisos, la destrucción de la poca selva que nos queda, el daño a la ecología, a los cenotes, a las fuentes de agua subterránea y la mala administración del país que sólo ha favorecido a sus allegados, eso sí es traición a la patria.

Me dio un ataque de risa leer las declaraciones de Pablo Gómez, director de Inteligencia Financiera, antiguo defensor de las propuestas del PRD y orgulloso de portar la camiseta amarilla, que cambió por la guinda para agarrar hueso y que seguramente por mantenerlo dijo que en la pasada farsa de revocación de mandato todos aquellos que se abstuvieron de acudir a las urnas y externar su voto real y concreto deberían recibir un castigo, toda vez que era una votación obligatoria.

Si bien votar en una elección para llevar a un candidato a un cargo de elección popular, ya sea para el Poder Legislativo o Ejecutivo de cualquier nivel de gobierno, es un derecho ciudadano, también es cierto que el ciudadano tiene derecho a abstenerse cuando no le convencen los candidatos o las propuestas de los partidos en competencia, así que si se ejerce ese derecho en una votación real y con un objetivo definido, con mayor razón 90% de la ciudadanía se abstuvo de participar en una mala copia de los regímenes de Venezuela y de Chávez, su creador y promotor. Ahora que si de castigo se trata, debería empezar por López Obrador, que abiertamente anuló su papeleta con el nombre de Zapata. Si bien la respuesta ciudadana fue una derrota y un laxante para el actual gobierno, se ve que a Pablo le pegó tan fuerte que le provocó una diarrea cerebral, máxime que por su cargo no tiene injerencia en calificar una votación y menos amenazar a los ciudadanos.

Otro duro golpe fue el resultado de la discusión en San Lázaro el pasado domingo de Resurrección, reunión que los legisladores mayoritarios habían programado estratégicamente esperando poca asistencia de la oposición, tanto por la fecha como por las hordas organizadas en las afueras del recinto para impedir el acceso de los legisladores de las diferentes bancadas opositoras, pero les salió mal el negocio al no alcanzar el voto mayoritario y echar atrás la reforma eléctrica propuesta a modo por el Ejecutivo, a fin de seguir favoreciendo a sus amigos, empezando por Bartlett y a quienes le venden a CFE el carbón para quemarse y producir energía contaminante.

Ante la derrota, AMLO no tardó en calificar a los que votaron en contra como traidores a la patria, por votar a favor de energías limpias que apoyen a evitar la contaminación ambiental, proyecto mundial al que México está adherido y por lo que debiera impulsar la producción de energía solar, eólica, geotérmica e hidráulica en lugar de quemar combustóleo y carbón. Cierto es que Pemex y CFE están en números rojos, con falta de crecimiento y deteriorados, pero eso es por la rapiña que se ha dado en sus directivos, sus sindicatos y el que se sigue favoreciendo el robo de energía y el huachicol.

Lástima que una mente laxada no puede recapacitar que el retiro de medicamentos para cáncer, la oposición a vacunar a los niños, la falta de medicamentos y vacunas, el saqueo de los fideicomisos, la destrucción de la poca selva que nos queda, el daño a la ecología, a los cenotes, a las fuentes de agua subterránea y la mala administración del país que sólo ha favorecido a sus allegados, eso sí es traición a la patria.