/ jueves 6 de julio de 2017

Debilidad institucional

El espionaje a periodistas, la falta de un verdadero Sistema Nacional Anticorrupción, la insultante disparidad económica y social entre la clase política y el pueblo, la ausencia total de gobierno en lugares como Veracruz, la Narcoinsurgencia y la violencia generalizada tienen en sus bases un común denominador; la profunda debilidad institucional.

La debilidad institucional de un gobierno significa que las dependencias y organismos creados por el Estado para cumplir y hacer cumplir la ley simplemente no cumplen con su misión. Lo peligroso resulta cuando instituciones como los partidos políticos, los tribunales de justicia o las fuerzas de seguridad del Estado son totalmente endebles ante la realidad del país. Lamentablemente éste es el caso de México, una nación que no se ha sabido articular como tal y que carece de la capacidad gubernamental para crear cohesión social, combatir la impunidad y fortalecer el estado de derecho.

Sufrimos la ausencia de nuevas ideas, de nuevas formas de relacionarnos en comunidad y entre la sociedad y gobierno, la carencia de nuevos actores políticos y sobre todo, la falta de voluntad ciudadana para configurar un verdadero movimiento transformador de largo alcance que no esté basado en una persona o un/unos partidos. Ante esta situación es necesario y urgente un cambio de paradigma, la incursión de un modelo disruptivo en el escenario político del país; en otras palabras, algo que cure esta anemia institucional que vive nuestro México.

En nuestro país la capacidad de reproducción institucional ha debilitado constantemente nuestro impulso renovador. Es decir, el sistema político de antaño nos dejó la tradición de crear un organismo, un consejo, un instituto, o una comisión para “gestionar” las problemáticas sociales; más nunca para resolverlas de fondo. De este modo, el principal agente disolvente del problema era el tiempo, mismo que al pasar diluía la protesta y desintegraba la demanda social, más no el problema. Mecanismos como éste continúan vigentes, son utilizados por toda la clase política, por todos los partidos y por el gobierno en general. Crear burocracia para atender, pero jamás solucionar el problema, es uno de los principales factores que debilitan profundamente a las instituciones en nuestro país y propician la apatía social.

La tarea más importante hoy para aquellos que estamos dentro del quehacer político debe ser generar nuevas formas de comunicación, nuevas formas de ejercer el poder, de demandar justicia y fortalecer nuestras instituciones. En la actualidad cualquiera puede demandar resultados, hacer una denuncia pública o realizar una petición mediante redes sociales y presionar para que la institución o figura política atienda su asunto. Sin embargo, las redes sociales solamente han cumplido su función de manera parcial y no se ha logrado un cambio profundo en las formas de ejercer el poder en México.

Para que las redes sociales conjuren este cambio de paradigma, se debe acompañar al activismo cibernético de una mayor convocatoria y un llamado a la acción popular para transformar y fortalecer nuestras instituciones. El primer paso debe darlo la clase política, el primer paso debe darlo el Revolucionario Institucional, en  las mesas locales rumbo a la XXII Asamblea Nacional del PRI hay aportaciones significativas de la militancia que buscan un verdadero cambio en el quehacer político, si se dejan de lado y se apuesta de nuevo por el confort de la simulación la debilidad institucional será completa; habremos conjurado para siempre la muerte de la revolución.

@samuelferrerm

El espionaje a periodistas, la falta de un verdadero Sistema Nacional Anticorrupción, la insultante disparidad económica y social entre la clase política y el pueblo, la ausencia total de gobierno en lugares como Veracruz, la Narcoinsurgencia y la violencia generalizada tienen en sus bases un común denominador; la profunda debilidad institucional.

La debilidad institucional de un gobierno significa que las dependencias y organismos creados por el Estado para cumplir y hacer cumplir la ley simplemente no cumplen con su misión. Lo peligroso resulta cuando instituciones como los partidos políticos, los tribunales de justicia o las fuerzas de seguridad del Estado son totalmente endebles ante la realidad del país. Lamentablemente éste es el caso de México, una nación que no se ha sabido articular como tal y que carece de la capacidad gubernamental para crear cohesión social, combatir la impunidad y fortalecer el estado de derecho.

Sufrimos la ausencia de nuevas ideas, de nuevas formas de relacionarnos en comunidad y entre la sociedad y gobierno, la carencia de nuevos actores políticos y sobre todo, la falta de voluntad ciudadana para configurar un verdadero movimiento transformador de largo alcance que no esté basado en una persona o un/unos partidos. Ante esta situación es necesario y urgente un cambio de paradigma, la incursión de un modelo disruptivo en el escenario político del país; en otras palabras, algo que cure esta anemia institucional que vive nuestro México.

En nuestro país la capacidad de reproducción institucional ha debilitado constantemente nuestro impulso renovador. Es decir, el sistema político de antaño nos dejó la tradición de crear un organismo, un consejo, un instituto, o una comisión para “gestionar” las problemáticas sociales; más nunca para resolverlas de fondo. De este modo, el principal agente disolvente del problema era el tiempo, mismo que al pasar diluía la protesta y desintegraba la demanda social, más no el problema. Mecanismos como éste continúan vigentes, son utilizados por toda la clase política, por todos los partidos y por el gobierno en general. Crear burocracia para atender, pero jamás solucionar el problema, es uno de los principales factores que debilitan profundamente a las instituciones en nuestro país y propician la apatía social.

La tarea más importante hoy para aquellos que estamos dentro del quehacer político debe ser generar nuevas formas de comunicación, nuevas formas de ejercer el poder, de demandar justicia y fortalecer nuestras instituciones. En la actualidad cualquiera puede demandar resultados, hacer una denuncia pública o realizar una petición mediante redes sociales y presionar para que la institución o figura política atienda su asunto. Sin embargo, las redes sociales solamente han cumplido su función de manera parcial y no se ha logrado un cambio profundo en las formas de ejercer el poder en México.

Para que las redes sociales conjuren este cambio de paradigma, se debe acompañar al activismo cibernético de una mayor convocatoria y un llamado a la acción popular para transformar y fortalecer nuestras instituciones. El primer paso debe darlo la clase política, el primer paso debe darlo el Revolucionario Institucional, en  las mesas locales rumbo a la XXII Asamblea Nacional del PRI hay aportaciones significativas de la militancia que buscan un verdadero cambio en el quehacer político, si se dejan de lado y se apuesta de nuevo por el confort de la simulación la debilidad institucional será completa; habremos conjurado para siempre la muerte de la revolución.

@samuelferrerm