/ sábado 31 de octubre de 2020

El neoliberalismo no se ha acabado

Algunos consideran que el triunfo de López Obrador, es una revolución pacífica; algo así como el triunfo de Salvador Allende en Chile en 1971; que sin ocultar su militancia y pretensiones socialista, dijo que sentaría las bases para el futuro socialista chileno.

La reacción, los capitalistas y el gobierno gringo apoyados en el ejército, orquestaron el golpe que frustró ese esperanzador intento. Las tendencias radicales de las izquierdas latinoamericanas sintieron fortalecidos sus convicciones de que no era por esa vía la ruta hacia el socialismo. La guerrilla también sufrió la represión, de tal forma, que prácticamente se extinguieron o los absorbió el sistema y otros se sumaron a la lucha política civil.

Después vino otra ola de gobiernos izquierdista por la vía electoral en Sudamérica, en Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil, Ecuador, Venezuela, enarbolando el socialismo del siglo XXI. Identificando como enemigo y causante de la pobreza y la desigualdad americana, al capital nacional y trasnacional. No negaban su convicción socialista y antimperialista, conscientes que su movimiento transformador inevitablemente, durante un tiempo indeterminado, tendría que coexistir con el capitalismo sin llegar al extremo de estatizar toda la economía, como los cubanos, y los Bolcheviques en 1917, que tuvieron que rectificar por considerar que se había “socializado la pobreza”.

El presidente López Obrador definió con mucha anticipación sus fines políticos: “Por el bien de todos, primero los pobres y por la moralización de la política”. Y así lo esta haciendo. Universalizó las pensiones a los adultos mayores, becas para los estudiantes pobres, apoyar e impulsar la educación y la sanidad gratuita y de calidad. Y ha identificado –parcialmente- a los causantes de la extrema pobreza y desigualdad del país: a los gobiernos de de los últimos 36 años, a quien identifica como la etapa neoliberal. Muchos entendemos que esos gobiernos eran empleados, administradores y capataces del capital eufemísticamente llamado neoliberalismo. Es decir, una política depredadora más agresiva: privatizar lo que son derechos y propiedad de la sociedad: Salud, educación, recursos naturales, etc.) Por eso no es correcto decir que “el neoliberalismo, se

Acabó”. No, se han expulsado sus capataces, se les obliga a pagar sus impuestos que ordena la ley (una nota que por ahí circula dice que Salinas Pliego tiene que pagar 18 mil millones de pesos de impuestos atrasados). Las empresas privadas trabajarán con el gobierno bajo contratos justos y apegados a la ley; la entrega directa a los beneficiarios de los programas sociales; informar todos los días (presidente y secretarios) sobre política y salud.

¿Qué esto causa molestia, enojo entre los defensores del neoliberalismo? Es natural, los menos han sido perjudicados, les han limado las garras rapaces; otros son como las rémoras, esa charca, parte de la clase media que vive más cerca del salario del albañil; pero piensa y une sus ilusiones a los intereses de la alta burguesía. Leo dos notas aquí mismo en el Diario, una es de Anilú Ingram, donde denuncia que para “el gobierno federal la salud no es prioridad”, en la misma fecha el Diario informa: “Imparables récords diarios de contagio de covid”, “Francia vuelve al encierro “; “Alemania decretó un drástico endurecimiento de sus restricciones ante el avance de la segunda ola del coronavirus en el continente”. Aunque los desespere, los detractores del gobierno federal, deberían hacer un esfuerzo de tolerancia y oír y ver los informes sobre salud y sobre el quehacer político diario de este gobierno.

Algunos consideran que el triunfo de López Obrador, es una revolución pacífica; algo así como el triunfo de Salvador Allende en Chile en 1971; que sin ocultar su militancia y pretensiones socialista, dijo que sentaría las bases para el futuro socialista chileno.

La reacción, los capitalistas y el gobierno gringo apoyados en el ejército, orquestaron el golpe que frustró ese esperanzador intento. Las tendencias radicales de las izquierdas latinoamericanas sintieron fortalecidos sus convicciones de que no era por esa vía la ruta hacia el socialismo. La guerrilla también sufrió la represión, de tal forma, que prácticamente se extinguieron o los absorbió el sistema y otros se sumaron a la lucha política civil.

Después vino otra ola de gobiernos izquierdista por la vía electoral en Sudamérica, en Argentina, Bolivia, Uruguay, Brasil, Ecuador, Venezuela, enarbolando el socialismo del siglo XXI. Identificando como enemigo y causante de la pobreza y la desigualdad americana, al capital nacional y trasnacional. No negaban su convicción socialista y antimperialista, conscientes que su movimiento transformador inevitablemente, durante un tiempo indeterminado, tendría que coexistir con el capitalismo sin llegar al extremo de estatizar toda la economía, como los cubanos, y los Bolcheviques en 1917, que tuvieron que rectificar por considerar que se había “socializado la pobreza”.

El presidente López Obrador definió con mucha anticipación sus fines políticos: “Por el bien de todos, primero los pobres y por la moralización de la política”. Y así lo esta haciendo. Universalizó las pensiones a los adultos mayores, becas para los estudiantes pobres, apoyar e impulsar la educación y la sanidad gratuita y de calidad. Y ha identificado –parcialmente- a los causantes de la extrema pobreza y desigualdad del país: a los gobiernos de de los últimos 36 años, a quien identifica como la etapa neoliberal. Muchos entendemos que esos gobiernos eran empleados, administradores y capataces del capital eufemísticamente llamado neoliberalismo. Es decir, una política depredadora más agresiva: privatizar lo que son derechos y propiedad de la sociedad: Salud, educación, recursos naturales, etc.) Por eso no es correcto decir que “el neoliberalismo, se

Acabó”. No, se han expulsado sus capataces, se les obliga a pagar sus impuestos que ordena la ley (una nota que por ahí circula dice que Salinas Pliego tiene que pagar 18 mil millones de pesos de impuestos atrasados). Las empresas privadas trabajarán con el gobierno bajo contratos justos y apegados a la ley; la entrega directa a los beneficiarios de los programas sociales; informar todos los días (presidente y secretarios) sobre política y salud.

¿Qué esto causa molestia, enojo entre los defensores del neoliberalismo? Es natural, los menos han sido perjudicados, les han limado las garras rapaces; otros son como las rémoras, esa charca, parte de la clase media que vive más cerca del salario del albañil; pero piensa y une sus ilusiones a los intereses de la alta burguesía. Leo dos notas aquí mismo en el Diario, una es de Anilú Ingram, donde denuncia que para “el gobierno federal la salud no es prioridad”, en la misma fecha el Diario informa: “Imparables récords diarios de contagio de covid”, “Francia vuelve al encierro “; “Alemania decretó un drástico endurecimiento de sus restricciones ante el avance de la segunda ola del coronavirus en el continente”. Aunque los desespere, los detractores del gobierno federal, deberían hacer un esfuerzo de tolerancia y oír y ver los informes sobre salud y sobre el quehacer político diario de este gobierno.