/ lunes 5 de marzo de 2018

Lo intangible y perceptible del ser humano

Cada semana recibo noticia de que un amigo querido o un gentil conocido tiene cáncer. Seis letras que llevan densa carga de desolación y angustia. Hace 10 años este vocablo era motivo de tristeza y desánimo para quien recibía el diagnóstico, hoy la situación ha cambiado.

El diagnóstico temprano de la enfermedad, sea cual sea, es el segundo paso para lograr la recuperación de la salud, porque el primero es adoptar la costumbre de la prevención, el hábito de revisar su cuerpo y espíritu periódicamente e identificación temprana del inicio de la manifestación de desequilibrio del cuerpo y del alma.

En nuestra formación socio cultural el no tener dolor o malestar alguno nos da la seguridad de tener salud, esto es erróneo y potencialmente mortal porque existen enfermedades que durante mucho tiempo no causan desconfort alguno, pero ya están ahí, en algún lugar han empezado a minar nuestro amado cuerpo micra por micra cada milisegundo.

Para la juventud someterse a estudios de escrutinio médico “cuando nada duele” es “improcedente”, al sugerirlo a un veinte o treintañero es hablar en el vacío. Cuando se llega a la cuarta década de la vida lo improcedente se convierte en vitalmente procedente porque a esta edad “para vencer al cáncer con atingencia eficaz debe enfrentarse con inteligencia perspicaz”.

Esta sentencia no es cumplida a ninguna edad. Antes de los 20 años de edad el cáncer de órganos hematopoyéticos, leucemias y linfomas, son los más frecuentes. Después de 20 años los tumores suelen ser de aparato digestivo, mama y próstata. Todos ellos dan síntomas o signos de alarma tempranos, pero son menospreciados por su frecuencia y por ser inespecíficos: cansancio, “moretoncitos espontáneos”, ganglios palpables, estreñimiento pertinaz, ardor o dolor al orinar. En cáncer de mama es donde está “el quid de la cuestión”, la autoexploración y visita periódica al ginecólogo son vitales.

Ante esta taimada amenaza, además de perspicaz el ser humano debe ser equilibrado y espiritual. Los eventos que nos duelen abruman y desesperan, bloquean lógica y conciencia, recurriéndose a mecanismos defensivos como rechazar la realidad buscando alternativas que suelen ser entre más ineficaces e irreales más esperanzadoras para el espíritu en congoja.

Ante esta realidad es cuando “necesitamos apoyo para caminar, no ahogarnos en el sendero”. El ser humano tiene algo intangible pero perceptible cuando se abre a ello, algo superior al sí mismo, un misterioso “algo” que es el espíritu, recostémonos en él y sintamos en todo momento sin flaquear; “saldremos adelante”, somos guerreros, “esto no nos vencerá”, “la vida es hermosa y me quedaré en ella”. Jamás pensamientos negativos ni derrota, el enemigo no podrá vencernos y con esta filosofía espiritual enfrentaremos con entereza y éxito la terapia que la ciencia nos prescriba. Lo hemos vivido ella y yo, en carne y espíritu hemos vencido y aquí estamos.

hsilva_mendoza@hotmail.com


Cada semana recibo noticia de que un amigo querido o un gentil conocido tiene cáncer. Seis letras que llevan densa carga de desolación y angustia. Hace 10 años este vocablo era motivo de tristeza y desánimo para quien recibía el diagnóstico, hoy la situación ha cambiado.

El diagnóstico temprano de la enfermedad, sea cual sea, es el segundo paso para lograr la recuperación de la salud, porque el primero es adoptar la costumbre de la prevención, el hábito de revisar su cuerpo y espíritu periódicamente e identificación temprana del inicio de la manifestación de desequilibrio del cuerpo y del alma.

En nuestra formación socio cultural el no tener dolor o malestar alguno nos da la seguridad de tener salud, esto es erróneo y potencialmente mortal porque existen enfermedades que durante mucho tiempo no causan desconfort alguno, pero ya están ahí, en algún lugar han empezado a minar nuestro amado cuerpo micra por micra cada milisegundo.

Para la juventud someterse a estudios de escrutinio médico “cuando nada duele” es “improcedente”, al sugerirlo a un veinte o treintañero es hablar en el vacío. Cuando se llega a la cuarta década de la vida lo improcedente se convierte en vitalmente procedente porque a esta edad “para vencer al cáncer con atingencia eficaz debe enfrentarse con inteligencia perspicaz”.

Esta sentencia no es cumplida a ninguna edad. Antes de los 20 años de edad el cáncer de órganos hematopoyéticos, leucemias y linfomas, son los más frecuentes. Después de 20 años los tumores suelen ser de aparato digestivo, mama y próstata. Todos ellos dan síntomas o signos de alarma tempranos, pero son menospreciados por su frecuencia y por ser inespecíficos: cansancio, “moretoncitos espontáneos”, ganglios palpables, estreñimiento pertinaz, ardor o dolor al orinar. En cáncer de mama es donde está “el quid de la cuestión”, la autoexploración y visita periódica al ginecólogo son vitales.

Ante esta taimada amenaza, además de perspicaz el ser humano debe ser equilibrado y espiritual. Los eventos que nos duelen abruman y desesperan, bloquean lógica y conciencia, recurriéndose a mecanismos defensivos como rechazar la realidad buscando alternativas que suelen ser entre más ineficaces e irreales más esperanzadoras para el espíritu en congoja.

Ante esta realidad es cuando “necesitamos apoyo para caminar, no ahogarnos en el sendero”. El ser humano tiene algo intangible pero perceptible cuando se abre a ello, algo superior al sí mismo, un misterioso “algo” que es el espíritu, recostémonos en él y sintamos en todo momento sin flaquear; “saldremos adelante”, somos guerreros, “esto no nos vencerá”, “la vida es hermosa y me quedaré en ella”. Jamás pensamientos negativos ni derrota, el enemigo no podrá vencernos y con esta filosofía espiritual enfrentaremos con entereza y éxito la terapia que la ciencia nos prescriba. Lo hemos vivido ella y yo, en carne y espíritu hemos vencido y aquí estamos.

hsilva_mendoza@hotmail.com