/ lunes 12 de febrero de 2018

Mañana cumplo tres años

Mañana cumplo tres años de haber superado el umbral de la muerte. Dios decidió no se cumpliera un temor percibido como destino consumado. Hoy aprecio de corazón los sublimes destellos de existencia; la luz del sol, el aire que respiro, el color vital de mis rosales, el enorme placer de mi trabajo, la devoción por mi familia, la delicada belleza de las mujeres y la amistad de amigos verdaderos, bienes tan cercanos que en nuestra vida cotidiana dejamos a la vera del camino, por perseguir  satisfacción profesional y monetaria.

Después de tantos días de presagios tan oscuros, amo los detalles más simples de mi vida, todos los que Dios me ha obsequiado y tan lejanos sentí en mi tristeza. Hoy al volver a disfrutar las cosas  sencillas de este mundo, el júbilo de vivir no tiene precio.

Todo a mi alrededor es un regalo, hoy lo disfruto sin cota ni medida un regalo generoso de Dios al hombre, aunque siempre percibido en este día mucho más estimo, es el hechicero encanto de las féminas, su belleza  natural, su carácter que avasalla al dolor y capacidad infinita de amar, no tienen igual en el universo. Todo esto ahora sé que siempre lo he tenido ante mí, pero lo cotidiano de su presencia lo había convertido en un montón de gratuidades recibidas como tales, porque si no cuesta no es valorado.

La operación fue delicada, pronóstico severo y perspectivas sombrías la envolvían, el postoperatorio creí no superarlo y después cinco meses de convalecencia, encierro, fármacos, fisioterapia, extrayendo paciencia de la más acendrada impaciencia. En ese largo lapso percibí el verdadero amor de muy pocas personas, de las muchas que en su afecto de verdad creí, pero enalteció mi certidumbre del amor de mis hijas y la compañera de mi vida, siempre cerca sin lamentos ni quejumbres; cuánto valor tienen esos amores verdaderos y cuánto confort dan a nuestro espíritu, ellas suavizaron mi vivir durante 150 días sin el sueño conciliar, indiferencia ante el platillo suculento, suplicio singular al orinar y defecar, angustia porque el aire no llegaba donde debía oxigenar.

Entonces percibí la gratuidad que la naturaleza y Dios nos dan, los disfrutamos sin ser capaces de reconocer que son la fuente del confort y placidez de nuestra vida. Hoy, después de tres años, disfruto el placer excelso de dormir a pierna suelta, percibo los rayitos de sol y de esperanza al entrar por mi ventana, las ganas de orinar son espontáneas y el apetito me impulsa al baño y desayuno para salir a trabajar con optimismo, respirando profundo y sin penuria, llevando vitalidad hasta mi espíritu.

Esa sencillez hace la vida deliciosa, al valorarlo en su justa magnitud hoy me pregunto, ¿vale la pena ignorar estos regalos de la vida desperdiciando el tiempo compitiendo por atender impulsos mezquinos de tener más y ser mejor que todos, persiguiendo los billetes, envidiando, criticando, sin ver la hermosa gratuidad que se nos da?, claro que no. Es triste que para darle a la vida su inmenso valor  debamos sufrir un enfrentamiento con la muerte o una hecatombe que nos prive de placeres esenciales de la vida. El ser humano carece del sentido común y humildad que lo ubiquen en perseguir su verdadero destino, ser feliz.

hsilva_mendoza@hotmail.com

Mañana cumplo tres años de haber superado el umbral de la muerte. Dios decidió no se cumpliera un temor percibido como destino consumado. Hoy aprecio de corazón los sublimes destellos de existencia; la luz del sol, el aire que respiro, el color vital de mis rosales, el enorme placer de mi trabajo, la devoción por mi familia, la delicada belleza de las mujeres y la amistad de amigos verdaderos, bienes tan cercanos que en nuestra vida cotidiana dejamos a la vera del camino, por perseguir  satisfacción profesional y monetaria.

Después de tantos días de presagios tan oscuros, amo los detalles más simples de mi vida, todos los que Dios me ha obsequiado y tan lejanos sentí en mi tristeza. Hoy al volver a disfrutar las cosas  sencillas de este mundo, el júbilo de vivir no tiene precio.

Todo a mi alrededor es un regalo, hoy lo disfruto sin cota ni medida un regalo generoso de Dios al hombre, aunque siempre percibido en este día mucho más estimo, es el hechicero encanto de las féminas, su belleza  natural, su carácter que avasalla al dolor y capacidad infinita de amar, no tienen igual en el universo. Todo esto ahora sé que siempre lo he tenido ante mí, pero lo cotidiano de su presencia lo había convertido en un montón de gratuidades recibidas como tales, porque si no cuesta no es valorado.

La operación fue delicada, pronóstico severo y perspectivas sombrías la envolvían, el postoperatorio creí no superarlo y después cinco meses de convalecencia, encierro, fármacos, fisioterapia, extrayendo paciencia de la más acendrada impaciencia. En ese largo lapso percibí el verdadero amor de muy pocas personas, de las muchas que en su afecto de verdad creí, pero enalteció mi certidumbre del amor de mis hijas y la compañera de mi vida, siempre cerca sin lamentos ni quejumbres; cuánto valor tienen esos amores verdaderos y cuánto confort dan a nuestro espíritu, ellas suavizaron mi vivir durante 150 días sin el sueño conciliar, indiferencia ante el platillo suculento, suplicio singular al orinar y defecar, angustia porque el aire no llegaba donde debía oxigenar.

Entonces percibí la gratuidad que la naturaleza y Dios nos dan, los disfrutamos sin ser capaces de reconocer que son la fuente del confort y placidez de nuestra vida. Hoy, después de tres años, disfruto el placer excelso de dormir a pierna suelta, percibo los rayitos de sol y de esperanza al entrar por mi ventana, las ganas de orinar son espontáneas y el apetito me impulsa al baño y desayuno para salir a trabajar con optimismo, respirando profundo y sin penuria, llevando vitalidad hasta mi espíritu.

Esa sencillez hace la vida deliciosa, al valorarlo en su justa magnitud hoy me pregunto, ¿vale la pena ignorar estos regalos de la vida desperdiciando el tiempo compitiendo por atender impulsos mezquinos de tener más y ser mejor que todos, persiguiendo los billetes, envidiando, criticando, sin ver la hermosa gratuidad que se nos da?, claro que no. Es triste que para darle a la vida su inmenso valor  debamos sufrir un enfrentamiento con la muerte o una hecatombe que nos prive de placeres esenciales de la vida. El ser humano carece del sentido común y humildad que lo ubiquen en perseguir su verdadero destino, ser feliz.

hsilva_mendoza@hotmail.com