/ viernes 25 de enero de 2019

¡¿Neoliberalismo de Izquierda!?

Un alumno le preguntó al maestro Miguel de Unamuno: “¿Usted cree en la existencia de Dios?, el maestro le contestó: “Primero dígame qué entiende usted por ‘creer’, por ‘existencia’ y por ‘Dios’, y entonces le contesto”. Sucede con frecuencia que uno se enfrasca en discusiones, en donde se entienden dos conceptos sobre el tema en debate y resulta que se hace una discusión interminable, justamente por no haber definido la connotación del término o del tema en cuestión tal como lo hizo Unamuno.

Don Héctor Colío Galindo dice sobre el gobierno de López Obrador: “Es una versión de izquierda del neoliberalismo. Porque todas las medidas que se anunciaron en el programa de la Nación y las adoptadas, son medidas neoliberales. Aunque el Estado intenta recobrar presencia en lo político, en lo económico no hay ningún viso de reforma”. Esto dicho a menos de dos meses del nuevo gobierno. Don Héctor utiliza la calificación de “izquierda” como tradicionalmente se ha hecho, que por el uso y abuso del término se ha vuelto nebuloso y ambiguo en una realidad eternamente cambiante. En cambio, el término neoliberalismo tiene una perfil político que lo identifica, que si bien es cierto proviene del Liberalismo, hoy ya tiene otra connotación, que no dejan de ser variantes de capitalismo donde los economistas estudiosos y defensores del sistema van buscando o inventando matices paliativos —maquillando diríamos— a efecto de que las contradicciones y crisis periódicas en que cae el sistema capitalista no sean tan bruscas ni profundas.

Las propuestas políticas y económicas son precisas: Propone que se deje en manos de los particulares o empresas privadas, la mayor parte de las actividades económicas. Propone también, limitar el papel del Estado en la economía y desatenderse de los problemas sociales, llevar progresivamente a que los presupuestos destinados a la salud y a la educación se reduzcan y que tales servicios y derechos sean convertidos en mercancía y vendidos por empresas privadas. Reducción del Estado y privatización de las empresas públicas. Es decir, someter al Estado (la política) a las leyes del mercado (economía). En el derecho laboral, mercantil y las regulaciones económicas generales el neoliberalismo propone la “flexibilización” laboral, es decir, contratos individuales temporales, eliminar progresivamente los contratos colectivos y la legalización del outsourcing. Eliminar el derecho a la huelga. La eliminación de la función histórica de los sindicatos, de hecho lo ha conseguido, es inconcebible que los trabajadores petroleros, electricistas, ferrocarrileros y maestros hayan permitido reformas a las leyes, a efecto de privatizar sus centros de trabajo que son propiedad de la Nación.

Me parece prematuro colgar una etiqueta al gobierno de López Obrador donde precisamente se pretende el rescate de la industria energética que gobierno anteriores entregaron a las empresas privadas, dar marcha atrás tanto a la llamada Reforma Energética y la Educativa (que también pretende la privatización de la educación) es decir, derechos históricamente adquiridos, entregarlos a la iniciativa privada con el objeto doble de convertirlos en mercancía y de orientar la educación a las exigencias del mercado. Y a contracorriente de la política neoliberal, fortalecer la función del Estado social, Estado de bienestar. Es cierto que López Obrador no ha buscado el apoyo orgánico de la clase trabajadora a la cual incluye en sus convocatorias generales (sólo el pueblo salvará al pueblo). Es cierto, la clase trabajadora requiere de una invitación especial. Ya es un avance importante que se pronuncie por la independencia de los sindicatos y que ellos en plena democracia diriman y resuelvan sus cuestiones sin olvidar que forman parte de un país explotado y saqueado por el sistema capitalista.

No es fácil la tarea que tiene este nuevo gobierno, desmontar y desmantelar el viejo régimen que devino en alcahuete, socio y administrador del sistema capitalista nacional y mundial. Como tampoco son menores las fuerzas en contra que enfrenta, si bien es cierto que no busca un enfrentamiento frontal contra el sistema capitalista, sí pretende limar las aristas más agudas y urgentes de ese sistema depredador. Ni basta ni es necesario enarbolar banderas o consignas radicales, no es necesario agitar un programa “anticapitalista” que queda en la mera agitación, al estilo de los del EZLN que no despiertan la menor preocupación al sistema, sino al contrario, le agrada que la dirigencia del EZLN ataque a López Obrador. Es necesario y urgente la necesidad de un pueblo organizado y consciente de que también debe haber un cambio de mentalidad en la relación sociedad–gobierno. Tenemos que apoyarlo, empujarlo y corregirlo si es necesario, para hacer efectivo eso de que no está solo. No con distorsiones ideológicas o con celos políticos (al estilo de Marcos y Cuauhtémoc Cárdenas).

Un alumno le preguntó al maestro Miguel de Unamuno: “¿Usted cree en la existencia de Dios?, el maestro le contestó: “Primero dígame qué entiende usted por ‘creer’, por ‘existencia’ y por ‘Dios’, y entonces le contesto”. Sucede con frecuencia que uno se enfrasca en discusiones, en donde se entienden dos conceptos sobre el tema en debate y resulta que se hace una discusión interminable, justamente por no haber definido la connotación del término o del tema en cuestión tal como lo hizo Unamuno.

Don Héctor Colío Galindo dice sobre el gobierno de López Obrador: “Es una versión de izquierda del neoliberalismo. Porque todas las medidas que se anunciaron en el programa de la Nación y las adoptadas, son medidas neoliberales. Aunque el Estado intenta recobrar presencia en lo político, en lo económico no hay ningún viso de reforma”. Esto dicho a menos de dos meses del nuevo gobierno. Don Héctor utiliza la calificación de “izquierda” como tradicionalmente se ha hecho, que por el uso y abuso del término se ha vuelto nebuloso y ambiguo en una realidad eternamente cambiante. En cambio, el término neoliberalismo tiene una perfil político que lo identifica, que si bien es cierto proviene del Liberalismo, hoy ya tiene otra connotación, que no dejan de ser variantes de capitalismo donde los economistas estudiosos y defensores del sistema van buscando o inventando matices paliativos —maquillando diríamos— a efecto de que las contradicciones y crisis periódicas en que cae el sistema capitalista no sean tan bruscas ni profundas.

Las propuestas políticas y económicas son precisas: Propone que se deje en manos de los particulares o empresas privadas, la mayor parte de las actividades económicas. Propone también, limitar el papel del Estado en la economía y desatenderse de los problemas sociales, llevar progresivamente a que los presupuestos destinados a la salud y a la educación se reduzcan y que tales servicios y derechos sean convertidos en mercancía y vendidos por empresas privadas. Reducción del Estado y privatización de las empresas públicas. Es decir, someter al Estado (la política) a las leyes del mercado (economía). En el derecho laboral, mercantil y las regulaciones económicas generales el neoliberalismo propone la “flexibilización” laboral, es decir, contratos individuales temporales, eliminar progresivamente los contratos colectivos y la legalización del outsourcing. Eliminar el derecho a la huelga. La eliminación de la función histórica de los sindicatos, de hecho lo ha conseguido, es inconcebible que los trabajadores petroleros, electricistas, ferrocarrileros y maestros hayan permitido reformas a las leyes, a efecto de privatizar sus centros de trabajo que son propiedad de la Nación.

Me parece prematuro colgar una etiqueta al gobierno de López Obrador donde precisamente se pretende el rescate de la industria energética que gobierno anteriores entregaron a las empresas privadas, dar marcha atrás tanto a la llamada Reforma Energética y la Educativa (que también pretende la privatización de la educación) es decir, derechos históricamente adquiridos, entregarlos a la iniciativa privada con el objeto doble de convertirlos en mercancía y de orientar la educación a las exigencias del mercado. Y a contracorriente de la política neoliberal, fortalecer la función del Estado social, Estado de bienestar. Es cierto que López Obrador no ha buscado el apoyo orgánico de la clase trabajadora a la cual incluye en sus convocatorias generales (sólo el pueblo salvará al pueblo). Es cierto, la clase trabajadora requiere de una invitación especial. Ya es un avance importante que se pronuncie por la independencia de los sindicatos y que ellos en plena democracia diriman y resuelvan sus cuestiones sin olvidar que forman parte de un país explotado y saqueado por el sistema capitalista.

No es fácil la tarea que tiene este nuevo gobierno, desmontar y desmantelar el viejo régimen que devino en alcahuete, socio y administrador del sistema capitalista nacional y mundial. Como tampoco son menores las fuerzas en contra que enfrenta, si bien es cierto que no busca un enfrentamiento frontal contra el sistema capitalista, sí pretende limar las aristas más agudas y urgentes de ese sistema depredador. Ni basta ni es necesario enarbolar banderas o consignas radicales, no es necesario agitar un programa “anticapitalista” que queda en la mera agitación, al estilo de los del EZLN que no despiertan la menor preocupación al sistema, sino al contrario, le agrada que la dirigencia del EZLN ataque a López Obrador. Es necesario y urgente la necesidad de un pueblo organizado y consciente de que también debe haber un cambio de mentalidad en la relación sociedad–gobierno. Tenemos que apoyarlo, empujarlo y corregirlo si es necesario, para hacer efectivo eso de que no está solo. No con distorsiones ideológicas o con celos políticos (al estilo de Marcos y Cuauhtémoc Cárdenas).