/ lunes 17 de diciembre de 2018

Xalapa, nacimiento perenne

Las ciudades que no conservan tradiciones que le dan fisonomía e identifican las diversas épocas de su historia se convierten en ciudades sin pasado. Las páginas de la historia de Xalapa están pletóricas de testimonios de su majestuosa tradición.

“Una vieja ciudad de provincia conserva siempre su aspecto entrañable, su fisonomía ha surgido insensiblemente con el correr del tiempo, en ella permanecen visibles los esfuerzos, entusiasmos, vicisitudes y costumbre, la vida de sus generaciones. La memoria del pasado resulta fácil, una pequeña evocación es suficiente para hacer presentes los acontecimientos del ayer, del acaecer ininterrumpido del rodar de los siglos. El conocimiento de su presente quedaría incompleto, inexplicado, sin el concurso de sus imágenes anteriores, sin la reconstrucción de su pasado” Así inicia don Leonardo Pasquel el prólogo de su libro Perfiles de Xalapa, editado en 1949.

Fernando Benítez, en su clásico La ruta de Hernán Cortés, dice de la ciudad de las flores: “Situada a ciento diez kilómetros del puerto y mil doscientos metros sobre el nivel del mar, en las mañanas claras es posible advertir desde la cumbre del Macuiltepec una fina línea de cobalto,es el océano. Al día siguiente de mi llegada a Xalapa, sentí su mañana transparente, húmeda y tierna con la suavidad del aliento de una niña dormida. He visto a mis pies los tejados de bruñida pizarra contorneando calles empinadas por donde trepan casonas de anchos balcones de madera y ventanas cubiertas de rejas. A Xalapa, el tejado da a la ciudad un aire familiar, un sentido generoso de la convivencia urbana”

El techo del hogar se extiende a la calle, protege al caminante de las inclemencias del tiempo, cobijarse en el alero y caminar muy cerca de las grandes ventanas abiertas y amplios zaguanes es obligdo y es forma de participar en la vida de esas casas. En el cubo de los vetustos portones, se advierten jardines como verdes claridades a través de las rejas caladas que cierran los patios y forman las puertas de las casas”

En “Xalapa, breve reseña histórica”, Don Francisco González de Cossío escribió; “El viajero francés Ernesto Vigneaud pasó rápidamente por Xalapa en 1855 e hizo esta observación; “Xalapa se distingue de las ciudades montañesas de África septentrional y Andalucía y la hace una ciudad original, típica y encantadora no es su temperatura templada, ni sus incoherentes edificios, ni su suelo accidentado ni su atmósfera cambiante ni su vegetación multiforme, sino la extremada limpieza percibida en todas partes, y recuerda la blancura deslumbrante de la capital Totonaca que pareció plata bruñida a los conquistadores españoles”

Actualmente el progreso y picota desorientada han arrebatado a la ciudad mucho de su original prestancia, pero aún merece el calificativo ofrecido por el bardo xalapeño Rafael Álvarez Acosta en cuyo poema “Evocando a Xalapa” escribió en 1948:” Xalapa, tierra mía, te asemejas a un nacimiento perenne; tu suave ambiente contiene el sabor de las cosas viejas” Descripciones que invitan a reminiscencias del Xalapa hermoso de las postrimerías del siglo diez y nueve y mediados del veinte, ciudad que muchos afortunados xalapeños aún conocimos. En esta época de fraternidad, disfrutemos el nacimiento navideño que nuestra ciudad nos ofrece todo el año, solo salgamos al campo contemplemosla entre la niebla al amanecer y anochecer para disfrutar de un bello nacimiento navideño natural.

hsilva_mendoza@hotmail.com

Las ciudades que no conservan tradiciones que le dan fisonomía e identifican las diversas épocas de su historia se convierten en ciudades sin pasado. Las páginas de la historia de Xalapa están pletóricas de testimonios de su majestuosa tradición.

“Una vieja ciudad de provincia conserva siempre su aspecto entrañable, su fisonomía ha surgido insensiblemente con el correr del tiempo, en ella permanecen visibles los esfuerzos, entusiasmos, vicisitudes y costumbre, la vida de sus generaciones. La memoria del pasado resulta fácil, una pequeña evocación es suficiente para hacer presentes los acontecimientos del ayer, del acaecer ininterrumpido del rodar de los siglos. El conocimiento de su presente quedaría incompleto, inexplicado, sin el concurso de sus imágenes anteriores, sin la reconstrucción de su pasado” Así inicia don Leonardo Pasquel el prólogo de su libro Perfiles de Xalapa, editado en 1949.

Fernando Benítez, en su clásico La ruta de Hernán Cortés, dice de la ciudad de las flores: “Situada a ciento diez kilómetros del puerto y mil doscientos metros sobre el nivel del mar, en las mañanas claras es posible advertir desde la cumbre del Macuiltepec una fina línea de cobalto,es el océano. Al día siguiente de mi llegada a Xalapa, sentí su mañana transparente, húmeda y tierna con la suavidad del aliento de una niña dormida. He visto a mis pies los tejados de bruñida pizarra contorneando calles empinadas por donde trepan casonas de anchos balcones de madera y ventanas cubiertas de rejas. A Xalapa, el tejado da a la ciudad un aire familiar, un sentido generoso de la convivencia urbana”

El techo del hogar se extiende a la calle, protege al caminante de las inclemencias del tiempo, cobijarse en el alero y caminar muy cerca de las grandes ventanas abiertas y amplios zaguanes es obligdo y es forma de participar en la vida de esas casas. En el cubo de los vetustos portones, se advierten jardines como verdes claridades a través de las rejas caladas que cierran los patios y forman las puertas de las casas”

En “Xalapa, breve reseña histórica”, Don Francisco González de Cossío escribió; “El viajero francés Ernesto Vigneaud pasó rápidamente por Xalapa en 1855 e hizo esta observación; “Xalapa se distingue de las ciudades montañesas de África septentrional y Andalucía y la hace una ciudad original, típica y encantadora no es su temperatura templada, ni sus incoherentes edificios, ni su suelo accidentado ni su atmósfera cambiante ni su vegetación multiforme, sino la extremada limpieza percibida en todas partes, y recuerda la blancura deslumbrante de la capital Totonaca que pareció plata bruñida a los conquistadores españoles”

Actualmente el progreso y picota desorientada han arrebatado a la ciudad mucho de su original prestancia, pero aún merece el calificativo ofrecido por el bardo xalapeño Rafael Álvarez Acosta en cuyo poema “Evocando a Xalapa” escribió en 1948:” Xalapa, tierra mía, te asemejas a un nacimiento perenne; tu suave ambiente contiene el sabor de las cosas viejas” Descripciones que invitan a reminiscencias del Xalapa hermoso de las postrimerías del siglo diez y nueve y mediados del veinte, ciudad que muchos afortunados xalapeños aún conocimos. En esta época de fraternidad, disfrutemos el nacimiento navideño que nuestra ciudad nos ofrece todo el año, solo salgamos al campo contemplemosla entre la niebla al amanecer y anochecer para disfrutar de un bello nacimiento navideño natural.

hsilva_mendoza@hotmail.com