/ viernes 28 de septiembre de 2018

Ayotzinapa, a cuatro años del crimen de estado

Ayotzinapa mostró ostensiblemente la simbiosis del sistema, con el crimen organizado, alianza perversa que el mismo gobierno ha tenido que aceptar, que no puede negar. La llamada acumulación primitiva de capital utilizó estos métodos de tortjura de asesinatos y de represión a efecto de mantener a los pobres, a los explotados en silencio y sometidos, para silenciar mediante el terror, como advertencia y escarmiento. Se trataba entonces de apoderarse de las tierras, de la plata y del oro y asegurar la sobreexplotación de los dominados. Estamos hablando de la guerra de conquista de América, sea contra los aztecas, los incas, los pieles rojas o los africanos.

Hoy los gobiernos administradores y representantes del capital adecuan las leyes para entregar a sus patrones las minas, el petróleo, las hidroeléctricas y la soberanía de la nación. Y siguen utilizando los mismos métodos represivos contra los rebeldes, contra los que protestan y siguen utilizando el terror y la crueldad como medio de apaciguamiento. Podrán seguir dando como “válida la verdad histórica” de Murillo Karam. O de Osorio Chong, entonces secretario de Gobernación, que después de tres días de lo sucedido en Iguala, declaró que era “un asunto local” o las declaraciones de condolencias del presidente Peña Nieto hasta diez días después. Lo mismo que hoy, más de cuatro años transcurridos el gobierno federal no tiene una respuesta coherente y creíble de lo que allí sucedió, quiénes fueron los criminales que ordenaron y ejecutaron ese crimen. Los mismos muchachos normalistas denunciaron que el Ejército tardó dos horas en presentarse al lugar de las balaceras, estando a no más de cinco minutos de distancia.

En la primera reunión con los familiares de los 43 muchachos desaparecidos y los asesinados, con el presidente Peña Nieto, tuvo que escuchar relatos fuertes, estrujantes y la constante afirmación: “No confiamos en usted”. Una de las mujeres le preguntó que si uno de los jóvenes desaparecidos hubiera sido su hijo “¿Acaso hubiera esperado ocho días para ordenar que interviniera la Federación en su búsqueda? Escuchó el relato de la joven viuda de Julio César: desollado, sin ojos. Una imagen de pesadilla, consignan los diarios. Nicolás Andrés Juan, padre del muchacho de 14 años herido en la boca, que cuando sus compañeros intentaron llevarlo a un hospital los soldados los cercaron y amenazaron. Le reprocharon al procurador Murillo Karam que afirmara que los muchachos de Ayotzinapa “estaban ligados de alguna manera con los cárteles del crimen organizado que domina la región”. Vieja y perversa estrategia del gobierno, miente, calumnia que algo queda y rehuye su responsabilidad.

Todo esto y más muestra la simbiosis entre parte de la llamada clase política y el crimen organizado. La negligencia, el desprecio y la participación de instituciones federales solapando, retardando y mintiendo (PGR y Ejército) muestra también que éste es un crimen de estado. También pone en evidencia la traición y complicidad del PRD. Han pasado cuatro años de “la verdad histórica” de Murillo Karam, que sólo ha quedado como evidencia de que los asesinados y desaparacidos de Iguala fue un crimen de estado. ¿Con la formación de la Comisión de la Verdad que se formará con el nuevo gobierno, sabremos la verdad?, yo creo que sí, ya hay el compromiso y la seguridad que no habrá ocultamientos ni verdades amañadas que protejan al presidente Peña y al Ejército. La sociedad necesita no sólo saber la verdad sino que se haga justicia también. Eso esperamos ante este crimen de lesa humanidad y no se lo coma el olvido como fue el 2 de octubre en Tleteloloco y muchos otros casos, que esos grandes personajes de la justicia se hicieron de la vista gorda ante tan monstruoso crimen, y que se oponen a que les reduzcan sus salarios de 600 mil pesos mensuales.


Ayotzinapa mostró ostensiblemente la simbiosis del sistema, con el crimen organizado, alianza perversa que el mismo gobierno ha tenido que aceptar, que no puede negar. La llamada acumulación primitiva de capital utilizó estos métodos de tortjura de asesinatos y de represión a efecto de mantener a los pobres, a los explotados en silencio y sometidos, para silenciar mediante el terror, como advertencia y escarmiento. Se trataba entonces de apoderarse de las tierras, de la plata y del oro y asegurar la sobreexplotación de los dominados. Estamos hablando de la guerra de conquista de América, sea contra los aztecas, los incas, los pieles rojas o los africanos.

Hoy los gobiernos administradores y representantes del capital adecuan las leyes para entregar a sus patrones las minas, el petróleo, las hidroeléctricas y la soberanía de la nación. Y siguen utilizando los mismos métodos represivos contra los rebeldes, contra los que protestan y siguen utilizando el terror y la crueldad como medio de apaciguamiento. Podrán seguir dando como “válida la verdad histórica” de Murillo Karam. O de Osorio Chong, entonces secretario de Gobernación, que después de tres días de lo sucedido en Iguala, declaró que era “un asunto local” o las declaraciones de condolencias del presidente Peña Nieto hasta diez días después. Lo mismo que hoy, más de cuatro años transcurridos el gobierno federal no tiene una respuesta coherente y creíble de lo que allí sucedió, quiénes fueron los criminales que ordenaron y ejecutaron ese crimen. Los mismos muchachos normalistas denunciaron que el Ejército tardó dos horas en presentarse al lugar de las balaceras, estando a no más de cinco minutos de distancia.

En la primera reunión con los familiares de los 43 muchachos desaparecidos y los asesinados, con el presidente Peña Nieto, tuvo que escuchar relatos fuertes, estrujantes y la constante afirmación: “No confiamos en usted”. Una de las mujeres le preguntó que si uno de los jóvenes desaparecidos hubiera sido su hijo “¿Acaso hubiera esperado ocho días para ordenar que interviniera la Federación en su búsqueda? Escuchó el relato de la joven viuda de Julio César: desollado, sin ojos. Una imagen de pesadilla, consignan los diarios. Nicolás Andrés Juan, padre del muchacho de 14 años herido en la boca, que cuando sus compañeros intentaron llevarlo a un hospital los soldados los cercaron y amenazaron. Le reprocharon al procurador Murillo Karam que afirmara que los muchachos de Ayotzinapa “estaban ligados de alguna manera con los cárteles del crimen organizado que domina la región”. Vieja y perversa estrategia del gobierno, miente, calumnia que algo queda y rehuye su responsabilidad.

Todo esto y más muestra la simbiosis entre parte de la llamada clase política y el crimen organizado. La negligencia, el desprecio y la participación de instituciones federales solapando, retardando y mintiendo (PGR y Ejército) muestra también que éste es un crimen de estado. También pone en evidencia la traición y complicidad del PRD. Han pasado cuatro años de “la verdad histórica” de Murillo Karam, que sólo ha quedado como evidencia de que los asesinados y desaparacidos de Iguala fue un crimen de estado. ¿Con la formación de la Comisión de la Verdad que se formará con el nuevo gobierno, sabremos la verdad?, yo creo que sí, ya hay el compromiso y la seguridad que no habrá ocultamientos ni verdades amañadas que protejan al presidente Peña y al Ejército. La sociedad necesita no sólo saber la verdad sino que se haga justicia también. Eso esperamos ante este crimen de lesa humanidad y no se lo coma el olvido como fue el 2 de octubre en Tleteloloco y muchos otros casos, que esos grandes personajes de la justicia se hicieron de la vista gorda ante tan monstruoso crimen, y que se oponen a que les reduzcan sus salarios de 600 mil pesos mensuales.