/ viernes 7 de febrero de 2020

Dar y ganar la vida

Una de las notas peculiares que bien define el mes de febrero es la celebración festiva y atrayente del “Día del Amor y la Amistad”. Ambos son dones grandísimos de la humanidad que nos encaminan a la felicidad, permitiéndonos ser conscientes, a su vez, de nuestro lugar en el mundo.

Y es que, con la rapidez de las cosas que van y vienen y que, en esa carrera intempestiva y violenta, terminan por devorar lo más precioso de cada uno, se va diluyendo el sentido de la vida y se termina por estar a merced de lo que pasa, descuidando la grandeza de la vida que se nos va de las manos.

Los seres humanos estamos en el mundo, porque, como diría Leibniz, hay una razón perfecta que justifica nuestra existencia. No estamos por estar ni aparecimos porque sí, y ¡ojalá no nos vayamos de este mundo porque se nos haya terminado la vida!

El amor es la fuerza generadora de la vida; es el gran ímpetu que está alrededor de cada uno de nosotros; hemos aparecido en el mundo porque el amor lo ha permitido y estamos llamados a vulnerar nuestros corazones de tal manera que sea el amor el que nos consuma hasta el final. Esto, que es lo único que le da sentido a nuestra vida, será lo único que le dé sentido a nuestra impostergable muerte.

Desde su etimología la palabra amor significa vida: negación de la muerte. Y sabemos desde los grandes pensadores de la antigüedad que hay diversos tipos de amor. El amor hacia sí mismo, el cual es necesario para generar, en cada uno, la imagen de sí que esté a la altura de todo lo que la vida nos va presentando. Sin embargo, se torna en vicio cuando este amor es desmedido y se cierra al encuentro con los demás. Sobre esta base fundamental que es el propio amor, que da lugar a la seguridad y correcta imagen de sí mismo, es de donde surgen las otras formas de amar. ¡Somos lo que amamos!, y aquello que amamos dice mucho de nosotros mismos.

La amistad es una forma especial de amor, por medio de la cual unos que antes eran desconocidos establecen un lazo que permite que comiencen a ser una especie de familia, puesto que al no ser dispuestos por la naturaleza y ser elegidos en pleno uso de su liberalidad crecen juntos de tal forma que la sola presencia del uno, es una ayuda incondicional para el otro. La amistad es un don tan especial que la vida ha dispuesto para que los seres humanos puedan ser hermanos sin serlo. Para que puedan dar y dando, ganen vida.

Una de las notas peculiares que bien define el mes de febrero es la celebración festiva y atrayente del “Día del Amor y la Amistad”. Ambos son dones grandísimos de la humanidad que nos encaminan a la felicidad, permitiéndonos ser conscientes, a su vez, de nuestro lugar en el mundo.

Y es que, con la rapidez de las cosas que van y vienen y que, en esa carrera intempestiva y violenta, terminan por devorar lo más precioso de cada uno, se va diluyendo el sentido de la vida y se termina por estar a merced de lo que pasa, descuidando la grandeza de la vida que se nos va de las manos.

Los seres humanos estamos en el mundo, porque, como diría Leibniz, hay una razón perfecta que justifica nuestra existencia. No estamos por estar ni aparecimos porque sí, y ¡ojalá no nos vayamos de este mundo porque se nos haya terminado la vida!

El amor es la fuerza generadora de la vida; es el gran ímpetu que está alrededor de cada uno de nosotros; hemos aparecido en el mundo porque el amor lo ha permitido y estamos llamados a vulnerar nuestros corazones de tal manera que sea el amor el que nos consuma hasta el final. Esto, que es lo único que le da sentido a nuestra vida, será lo único que le dé sentido a nuestra impostergable muerte.

Desde su etimología la palabra amor significa vida: negación de la muerte. Y sabemos desde los grandes pensadores de la antigüedad que hay diversos tipos de amor. El amor hacia sí mismo, el cual es necesario para generar, en cada uno, la imagen de sí que esté a la altura de todo lo que la vida nos va presentando. Sin embargo, se torna en vicio cuando este amor es desmedido y se cierra al encuentro con los demás. Sobre esta base fundamental que es el propio amor, que da lugar a la seguridad y correcta imagen de sí mismo, es de donde surgen las otras formas de amar. ¡Somos lo que amamos!, y aquello que amamos dice mucho de nosotros mismos.

La amistad es una forma especial de amor, por medio de la cual unos que antes eran desconocidos establecen un lazo que permite que comiencen a ser una especie de familia, puesto que al no ser dispuestos por la naturaleza y ser elegidos en pleno uso de su liberalidad crecen juntos de tal forma que la sola presencia del uno, es una ayuda incondicional para el otro. La amistad es un don tan especial que la vida ha dispuesto para que los seres humanos puedan ser hermanos sin serlo. Para que puedan dar y dando, ganen vida.