/ lunes 20 de mayo de 2019

EU, después de la Guerra Fría

El historiador norteamericano Stephen Wertheim, profesor del Instituto de estudios de guerra y paz, de la Universidad de Columbia, Nueva York, opina que era muy poco probable que continuara por mucho tiempo a nivel internacional la política aislacionista estadounidense que venía promoviendo su presidente Trump. ¿Será que corren tiempos de reforzamiento del dominio militar de Washington y tambalea su política de ahorro interno? En armamento, Estados Unidos gastan más que los siete países del primer mundo juntos que le siguen.

Para Wertheim, al final de la Guerra Fría de 1992 contra los soviéticos, EU podía haber declarado la victoria y regresar las tropas a casa. En cambio, resolvió buscar la supremacía total. Esta lógica era encabezada por Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa con el presidente Bush, padre.

Wolfowitz imaginó con sus colegas que los estadounidenses mantendrían una posición militar predominante en la cima del mundo y nadie se atrevería a rivalizar con ella. El subsecretario es recordado también en su política internacional por aquella declaración de justificación a la invasión de Corea, en apoyo a Israel, refiriendo que la diferencia entre Corea del Norte e Irak era de tipo económico, pues Irak nadaba en un mar de petróleo.

Luego, la guerra desplegada en Oriente Medio, que llevaría continuidad de ataques contra Irak e Irán por varios presidentes estadounidenses, con objeto de cambiar regímenes de gobierno, los llevaría a asociarse con los gobiernos autoritarios de la región, pues lo importante era mantener la hegemonía de su poder.

Décadas después las cosas siguen igual en el Oriente Medio, sin importar si han pasado gobiernos republicanos o demócratas. Quizá por eso el historiador de la Universidad de Columbia estima que una izquierda en ascenso daría dinamismo e independencia a la política exterior de nuestros vecinos; en tanto, el stablishment estadounidense es uno en su idea central de que Estados Unidos debe mantener para siempre su dominio militar en el orbe, independientemente de las circunstancias.

Wertheim opina que ya existe esa izquierda estadounidense que en ascenso, desde el punto de vista de posición ideológica y no tanto como partido político, a la que le corresponde oponerse a la supremacía armada, convertida en un objetivo perpetuo de la política exterior de Estados Unidos. Está consciente en que la supremacía armada permanente produce un conflicto armado permanente.

En aquellos momentos de finales de la Guerra Fría, el Pentágono consideraba que garantizar la supremacía de Estados Unidos traería la paz. Argumentaba que su preminencia debería ser tan abrumadora que se debería evitar que cualquier rival potencial pudiera aspirar incluso a un papel regional o global más grande.

Ante los discursos públicos imperialistas de uno y otro gobierno estadounidense, las protestas públicas no se hicieron esperar, logrando que el lenguaje del gobierno se suavizara. En los hechos, en las décadas siguientes a 1992, la Pax Americana no cambiaría en su constante del gasto militar excesivo, lo que paradójicamente no ha evitado que China se alzara como una potencia económica y Rusia reconfigurara su presencia mundial.

El historiador norteamericano Stephen Wertheim, profesor del Instituto de estudios de guerra y paz, de la Universidad de Columbia, Nueva York, opina que era muy poco probable que continuara por mucho tiempo a nivel internacional la política aislacionista estadounidense que venía promoviendo su presidente Trump. ¿Será que corren tiempos de reforzamiento del dominio militar de Washington y tambalea su política de ahorro interno? En armamento, Estados Unidos gastan más que los siete países del primer mundo juntos que le siguen.

Para Wertheim, al final de la Guerra Fría de 1992 contra los soviéticos, EU podía haber declarado la victoria y regresar las tropas a casa. En cambio, resolvió buscar la supremacía total. Esta lógica era encabezada por Paul Wolfowitz, subsecretario de Defensa con el presidente Bush, padre.

Wolfowitz imaginó con sus colegas que los estadounidenses mantendrían una posición militar predominante en la cima del mundo y nadie se atrevería a rivalizar con ella. El subsecretario es recordado también en su política internacional por aquella declaración de justificación a la invasión de Corea, en apoyo a Israel, refiriendo que la diferencia entre Corea del Norte e Irak era de tipo económico, pues Irak nadaba en un mar de petróleo.

Luego, la guerra desplegada en Oriente Medio, que llevaría continuidad de ataques contra Irak e Irán por varios presidentes estadounidenses, con objeto de cambiar regímenes de gobierno, los llevaría a asociarse con los gobiernos autoritarios de la región, pues lo importante era mantener la hegemonía de su poder.

Décadas después las cosas siguen igual en el Oriente Medio, sin importar si han pasado gobiernos republicanos o demócratas. Quizá por eso el historiador de la Universidad de Columbia estima que una izquierda en ascenso daría dinamismo e independencia a la política exterior de nuestros vecinos; en tanto, el stablishment estadounidense es uno en su idea central de que Estados Unidos debe mantener para siempre su dominio militar en el orbe, independientemente de las circunstancias.

Wertheim opina que ya existe esa izquierda estadounidense que en ascenso, desde el punto de vista de posición ideológica y no tanto como partido político, a la que le corresponde oponerse a la supremacía armada, convertida en un objetivo perpetuo de la política exterior de Estados Unidos. Está consciente en que la supremacía armada permanente produce un conflicto armado permanente.

En aquellos momentos de finales de la Guerra Fría, el Pentágono consideraba que garantizar la supremacía de Estados Unidos traería la paz. Argumentaba que su preminencia debería ser tan abrumadora que se debería evitar que cualquier rival potencial pudiera aspirar incluso a un papel regional o global más grande.

Ante los discursos públicos imperialistas de uno y otro gobierno estadounidense, las protestas públicas no se hicieron esperar, logrando que el lenguaje del gobierno se suavizara. En los hechos, en las décadas siguientes a 1992, la Pax Americana no cambiaría en su constante del gasto militar excesivo, lo que paradójicamente no ha evitado que China se alzara como una potencia económica y Rusia reconfigurara su presencia mundial.