/ domingo 21 de octubre de 2018

Un viaje educativo por México

Si iniciáramos un viaje al interior del país, en su amplia geografía y por su vasta cultura, conoceríamos interesantes historias. En el camino por las avenidas de las ciudades o sentados en cuclillas ante el fogón de apartados y pintorescos pueblos, al platicar con mexicanos desde 15 años hasta nuestros sabios abuelos, lo más probable es que estas historias nos las contarían lugareños que apenas tienen terminada la Educación Básica (en esta situación se encuentra 54% de la población de este rango).

En este viaje infatigable, muchos nos enterarían de sus esfuerzos por haber concluido su preparatoria (22%) y hasta una licenciatura (18%). Por supuesto, entre los senderos de las intrincadas serranías gente que toda su vida ha vivido en la economía de subsistencia nos llenaría de mil historias, pero sin poderlas escribir, por su condición de analfabetas (6%).

¿Y sus hijos o hermanos menores?, pudiera ser una de nuestras preguntas. Al respecto, esperaríamos respuestas como aquellas de “se nos dificulta llevar a Ramón al kínder” o “a pesar de todo Sarita ya va al jardín de niños”; o tal vez, “fíjese que Berna va a la primaria y su hermana Diana está por terminar la secundaria” (27 de cada 100 mexicanos de todas las edades se encuentran cursando la Educación Básica).

Por desgracia, encontraríamos niños en las calles que nos dijeran que no van a la escuela por múltiples motivos que los justificarían, pero que no justificarían a sus padres ni a nosotros como sociedad. En proporción, del total de la población en México, 17% son niños y jóvenes con una edad entre 6 y 14 años. En este rango de edad, de cada cien, resulta que seis niños y jóvenes no pisan una escuela todo el año. Sin embargo, poco a poco, una parte de ellos se va incorporando a la primaria y secundaria, para terminarlas después, aunque habrá quienes nunca lo hagan.

Por supuesto, en esta historia novelada de los datos estadísticos del INEGI también pudiéramos escoger para entablar una conversación a los que tienen 12 años y más. La mitad de todos nuestros anfitriones de este rango de edad tendrían empleo y de la otra mitad observaríamos lo siguiente: Diana nos diría que está estudiando (31%), doña Caro se dedicaría a los quehaceres domésticos (46%), don César viviría de su pensión o jubilación (5%), lamentablemente Indira padecería de alguna limitación física o mental de las que impiden trabajar (3%) y probablemente Edy y May se dedicarían a otras actividades, por las que no perciben ingreso alguno, como los jóvenes a quienes se les llama “ninis” (15%).

En nuestro viaje para conocer las condiciones educativas y riqueza cultural, bien pudiéramos encontrarnos con el indígena Canek, que no hablaría español (2%) y con su esposa Carmen, que además de su idioma materno pudiera hablar el español (6%).

En fin, si toda esta travesía fuera posible, sin duda regresaríamos enriquecidos por el contacto humano y una clara comprensión de lo que es nuestro México.


Si iniciáramos un viaje al interior del país, en su amplia geografía y por su vasta cultura, conoceríamos interesantes historias. En el camino por las avenidas de las ciudades o sentados en cuclillas ante el fogón de apartados y pintorescos pueblos, al platicar con mexicanos desde 15 años hasta nuestros sabios abuelos, lo más probable es que estas historias nos las contarían lugareños que apenas tienen terminada la Educación Básica (en esta situación se encuentra 54% de la población de este rango).

En este viaje infatigable, muchos nos enterarían de sus esfuerzos por haber concluido su preparatoria (22%) y hasta una licenciatura (18%). Por supuesto, entre los senderos de las intrincadas serranías gente que toda su vida ha vivido en la economía de subsistencia nos llenaría de mil historias, pero sin poderlas escribir, por su condición de analfabetas (6%).

¿Y sus hijos o hermanos menores?, pudiera ser una de nuestras preguntas. Al respecto, esperaríamos respuestas como aquellas de “se nos dificulta llevar a Ramón al kínder” o “a pesar de todo Sarita ya va al jardín de niños”; o tal vez, “fíjese que Berna va a la primaria y su hermana Diana está por terminar la secundaria” (27 de cada 100 mexicanos de todas las edades se encuentran cursando la Educación Básica).

Por desgracia, encontraríamos niños en las calles que nos dijeran que no van a la escuela por múltiples motivos que los justificarían, pero que no justificarían a sus padres ni a nosotros como sociedad. En proporción, del total de la población en México, 17% son niños y jóvenes con una edad entre 6 y 14 años. En este rango de edad, de cada cien, resulta que seis niños y jóvenes no pisan una escuela todo el año. Sin embargo, poco a poco, una parte de ellos se va incorporando a la primaria y secundaria, para terminarlas después, aunque habrá quienes nunca lo hagan.

Por supuesto, en esta historia novelada de los datos estadísticos del INEGI también pudiéramos escoger para entablar una conversación a los que tienen 12 años y más. La mitad de todos nuestros anfitriones de este rango de edad tendrían empleo y de la otra mitad observaríamos lo siguiente: Diana nos diría que está estudiando (31%), doña Caro se dedicaría a los quehaceres domésticos (46%), don César viviría de su pensión o jubilación (5%), lamentablemente Indira padecería de alguna limitación física o mental de las que impiden trabajar (3%) y probablemente Edy y May se dedicarían a otras actividades, por las que no perciben ingreso alguno, como los jóvenes a quienes se les llama “ninis” (15%).

En nuestro viaje para conocer las condiciones educativas y riqueza cultural, bien pudiéramos encontrarnos con el indígena Canek, que no hablaría español (2%) y con su esposa Carmen, que además de su idioma materno pudiera hablar el español (6%).

En fin, si toda esta travesía fuera posible, sin duda regresaríamos enriquecidos por el contacto humano y una clara comprensión de lo que es nuestro México.