/ domingo 30 de septiembre de 2018

La educación en la globalización

La reflexión sobre lo global empieza a ser común para nosotros, planteándonos múltiples retos para lo nacional. Aun no sobrepasamos nuestras obligaciones de fortalecer y consolidar lo que nos es inmediato y ya es clara nuestra interdependencia internacional, a partir del surgimiento de la globalización. Incluye a los países en desarrollo. Plantea que todo gobierno se involucre, so pena de dejar a su país en el desamparo de los avatares del individualismo.

Ante lo evidente, los pueblos deben buscar un sentido de integración desde lo local. Es necesario una mayor comprensión mutua de las diferencias y un respeto a partir de la solidaridad de las grandes problemáticas que los otros enfrentan, aunque el presidente Trump vaya en sentido contrario, desde su personal nacionalismo estadounidense que vende votos para un sector, pero que los ha hecho perder liderazgo internacional.

Sería absurdo dejar que esta mundialización tome camino por sí sola, porque es claro su interés de privilegiar el individualismo y el beneficio de lo inmediato para quienes más tienen. Es precisamente aquí donde cobra relevancia la educación como medio para impulsar esta sensibilización social internacional que conduzca a futuros provechosos, porque a la educación le compete esta tarea universal a partir de que brinda el acceso al conocimiento necesario para entender nuestro tiempo. Es una tarea múltiple: la educación es el medio para que entendamos el mundo, comprendamos a los otros y cuidemos mejor nuestro entorno.

Si los países han impulsado sus nacionalismos con éxito, en conjunto deben impulsar la corriente humanista y de protección a un medioambiente allende fronteras nacionales. Un poco de historia, a manera de ejemplo. Cuando el México del siglo diecinueve se veía más disperso que integrado surgieron las voces y los proyectos que forjaron el nacionalismo, como el educativo de Rébsamen. Para el proyecto educativo de Rébsamen, si México se configuraba como una nación debía de tener proyectos comunes y pensar que las muchas culturas eran partes que se sumaban para la construcción de una gran cultura, enriquecida por la amalgama de todas.

El gran acierto de considerar esa cultura diversa se fortaleció a través del siglo veinte, porque entrados al siglo veintiuno los mexicanos nos sentimos culturalmente parte de un todo, que igual aprecia una figurita prehispánica de los olmecas que una cerámica de talavera de Puebla. En verdad, la cultura mexicana ha sido incluyente en sus partes. Por supuesto, se fortalece en la medida en la que la educación apoya la sociabilización de cada quien, así como su desarrollo personal. Pero esto es un buen sistema, porque las partes pueden interactuar enriqueciéndolo.

Así como Rébsamen, el europeo, desde la educación vino a fortalecer el pensamiento de nuestros nacionales respecto a que el camino del México para los inicios del siglo veinte debía de forjarse a partir de la integración regional a un todo nacional; así, en la mundialización nos toca luchar por una sociedad más humana, menos depredadora de nuestro medioambiente y de los demás. El camino sigue siendo la educación.


La reflexión sobre lo global empieza a ser común para nosotros, planteándonos múltiples retos para lo nacional. Aun no sobrepasamos nuestras obligaciones de fortalecer y consolidar lo que nos es inmediato y ya es clara nuestra interdependencia internacional, a partir del surgimiento de la globalización. Incluye a los países en desarrollo. Plantea que todo gobierno se involucre, so pena de dejar a su país en el desamparo de los avatares del individualismo.

Ante lo evidente, los pueblos deben buscar un sentido de integración desde lo local. Es necesario una mayor comprensión mutua de las diferencias y un respeto a partir de la solidaridad de las grandes problemáticas que los otros enfrentan, aunque el presidente Trump vaya en sentido contrario, desde su personal nacionalismo estadounidense que vende votos para un sector, pero que los ha hecho perder liderazgo internacional.

Sería absurdo dejar que esta mundialización tome camino por sí sola, porque es claro su interés de privilegiar el individualismo y el beneficio de lo inmediato para quienes más tienen. Es precisamente aquí donde cobra relevancia la educación como medio para impulsar esta sensibilización social internacional que conduzca a futuros provechosos, porque a la educación le compete esta tarea universal a partir de que brinda el acceso al conocimiento necesario para entender nuestro tiempo. Es una tarea múltiple: la educación es el medio para que entendamos el mundo, comprendamos a los otros y cuidemos mejor nuestro entorno.

Si los países han impulsado sus nacionalismos con éxito, en conjunto deben impulsar la corriente humanista y de protección a un medioambiente allende fronteras nacionales. Un poco de historia, a manera de ejemplo. Cuando el México del siglo diecinueve se veía más disperso que integrado surgieron las voces y los proyectos que forjaron el nacionalismo, como el educativo de Rébsamen. Para el proyecto educativo de Rébsamen, si México se configuraba como una nación debía de tener proyectos comunes y pensar que las muchas culturas eran partes que se sumaban para la construcción de una gran cultura, enriquecida por la amalgama de todas.

El gran acierto de considerar esa cultura diversa se fortaleció a través del siglo veinte, porque entrados al siglo veintiuno los mexicanos nos sentimos culturalmente parte de un todo, que igual aprecia una figurita prehispánica de los olmecas que una cerámica de talavera de Puebla. En verdad, la cultura mexicana ha sido incluyente en sus partes. Por supuesto, se fortalece en la medida en la que la educación apoya la sociabilización de cada quien, así como su desarrollo personal. Pero esto es un buen sistema, porque las partes pueden interactuar enriqueciéndolo.

Así como Rébsamen, el europeo, desde la educación vino a fortalecer el pensamiento de nuestros nacionales respecto a que el camino del México para los inicios del siglo veinte debía de forjarse a partir de la integración regional a un todo nacional; así, en la mundialización nos toca luchar por una sociedad más humana, menos depredadora de nuestro medioambiente y de los demás. El camino sigue siendo la educación.