/ viernes 17 de enero de 2020

La cuesta de enero

En cierta ocasión se le escuchó decir a un especialista en el comportamiento humano que la manera en la que cada persona administra su dinero es una de las más honestas credenciales que la descubren, dejando al descubierto muchos rasgos de su personalidad, de su cultura, de su historia, en fin, de su sitz im leben. Esto pudiera ser un acierto, si damos crédito a esta afirmación, concluiremos que el modo de utilizar nuestros bienes nos delata.

Por cuesta de enero hacemos referencia a la crisis a la que se ven expuestas muchas personas en este primer mes del año, por no saber manejar sus ingresos en el mes anterior, por entregarse al derroche y despilfarre de dinero sin medida ni contenciones. Sin embargo, esto no es sólo culpa de los consumidores. Esto es la punta del iceberg de una red de complicaciones que dan como resultado este sombrío panorama. Para que esto pueda resultar, tuvieron que integrarse un mercado abusador y deshonesto, un poder adquisitivo raquítico, la necesidad urgente de ver satisfechas al menos las necesidades básicas y la poca soltura de la economía. Lo que da como resultado una educación administrativa por los suelos, una enfermedad que padece el estado en todos sus niveles y de la que pocos, en realidad muy pocos se salvan.

La cuesta de enero es la invitación a vivir con sobriedad. En este mundo de los excesos y en esta sociedad de las luces, de los reflectores y del espectáculo indecente, descubrimos la noble llamada a la discreción. A tener el valor de atrevernos a vivir sólo con lo necesario, gustando y disfrutando internamente de lo que tenemos. Ese es el principio de la salud social. Sólo esta actitud, será la que le abra paso a la solidaridad. La cual se torna como emergencia del presente. La sobriedad y la solidaridad es una verdadera respuesta contundente, pero no solo ello, es una respuesta efectiva creíble y confiable. Instituye un verdadero compromiso pendiente de todo el género humano. Por esa razón la cultura de salud social abre un panorama sublime: el horizonte de la solidaridad.

La salud social es tarea de todos, es una conquista personal y comunitaria, de la que todos nos sabremos responsables y beneficiarios. Esto que nos toca hacer a nosotros. No lo hará nadie si nosotros no nos atrevemos a salir del círculo vicioso del espectáculo, del gasto indecente, en un país que nos llama al recato y a la discreción, a gozar de una vida ligera de equipaje.

En cierta ocasión se le escuchó decir a un especialista en el comportamiento humano que la manera en la que cada persona administra su dinero es una de las más honestas credenciales que la descubren, dejando al descubierto muchos rasgos de su personalidad, de su cultura, de su historia, en fin, de su sitz im leben. Esto pudiera ser un acierto, si damos crédito a esta afirmación, concluiremos que el modo de utilizar nuestros bienes nos delata.

Por cuesta de enero hacemos referencia a la crisis a la que se ven expuestas muchas personas en este primer mes del año, por no saber manejar sus ingresos en el mes anterior, por entregarse al derroche y despilfarre de dinero sin medida ni contenciones. Sin embargo, esto no es sólo culpa de los consumidores. Esto es la punta del iceberg de una red de complicaciones que dan como resultado este sombrío panorama. Para que esto pueda resultar, tuvieron que integrarse un mercado abusador y deshonesto, un poder adquisitivo raquítico, la necesidad urgente de ver satisfechas al menos las necesidades básicas y la poca soltura de la economía. Lo que da como resultado una educación administrativa por los suelos, una enfermedad que padece el estado en todos sus niveles y de la que pocos, en realidad muy pocos se salvan.

La cuesta de enero es la invitación a vivir con sobriedad. En este mundo de los excesos y en esta sociedad de las luces, de los reflectores y del espectáculo indecente, descubrimos la noble llamada a la discreción. A tener el valor de atrevernos a vivir sólo con lo necesario, gustando y disfrutando internamente de lo que tenemos. Ese es el principio de la salud social. Sólo esta actitud, será la que le abra paso a la solidaridad. La cual se torna como emergencia del presente. La sobriedad y la solidaridad es una verdadera respuesta contundente, pero no solo ello, es una respuesta efectiva creíble y confiable. Instituye un verdadero compromiso pendiente de todo el género humano. Por esa razón la cultura de salud social abre un panorama sublime: el horizonte de la solidaridad.

La salud social es tarea de todos, es una conquista personal y comunitaria, de la que todos nos sabremos responsables y beneficiarios. Esto que nos toca hacer a nosotros. No lo hará nadie si nosotros no nos atrevemos a salir del círculo vicioso del espectáculo, del gasto indecente, en un país que nos llama al recato y a la discreción, a gozar de una vida ligera de equipaje.