/ domingo 30 de agosto de 2020

La tarea académica

Una vez más confirmamos que es el tiempo quien se encarga de dar razón a quien la tiene, y ha sido esa la experiencia a la que hemos asistido en el atropellado arranque del ciclo escolar, ad intra de los hogares. Después de tantas manifestaciones en las que los padres han exigido hacerse cargo de la educación de sus propios hijos. Ahora comprobamos que esa no es una cuestión tan sencilla. Desde luego que educar es un arte y una tarea compleja para todos los padres. Para algunos –quizá la mayoría-, es una cuestión más compleja, respecto de otros.

La marcada diferencia en el entramado social en el que nos encontramos sitúa a unos padres en desventaja frente a otros, y nos hace valorar el esfuerzo constante y delicado de todos los docentes y cuantos ofrecen sus servicios para lograr una verdadera educación en los miles de estudiantes que dan rostro a nuestro país.

Ahora conviene preguntarnos con honestidad, ¿en qué consiste la educación?, ¿cómo lograr verdadera y contundentemente el aprendizaje?, por ser algo tan sagrado el proceso de enseñanza y aprendizaje, con mucha seguridad podemos afirmar que no consiste solamente en aprender a escribir, o en colocar acentos, o en distinguir qué letras utilizar discriminando las que no corresponden. En fin, una tarea tan compleja que lejos de mutilar a los estudiantes, habrá de permitir que se desarrollen plenamente como individuos, no que se adapten a sistemas dominantes y punitivos.

Lo que sí podemos afirmar con toda certeza es que mucho de lo que la educación es, consiste en la permanente disposición de aprender. Hemos visto que los padres tienen mucha disposición y un verdadero deseo de aprender; eso es muy bueno, pero solo eso no es suficiente. El esfuerzo por lograr que los hijos se superen van más allá de intenciones y deseos. Exige un esfuerzo constante y delicado, un servicio humilde pero enfático con tal de lograr que los hijos ofrezcan la mejor versión de sí mismos. Lo mismo se puede decir de los maestros y de todos los trabajadores de la educación, una permanente actitud de aprendizaje.

La situación actual, en la que han comenzado los cursos, nos ofrece la posibilidad de dar definitivamente un giro copernicano en la educación, que consiste en permitirles a los maestros, a los padres y a los estudiantes hacerse dueños de sí mismos. Hoy que la educación está en manos de todos, es más probable que asistamos a una verdadera transformación desde el fondo, en la base.

Una vez más confirmamos que es el tiempo quien se encarga de dar razón a quien la tiene, y ha sido esa la experiencia a la que hemos asistido en el atropellado arranque del ciclo escolar, ad intra de los hogares. Después de tantas manifestaciones en las que los padres han exigido hacerse cargo de la educación de sus propios hijos. Ahora comprobamos que esa no es una cuestión tan sencilla. Desde luego que educar es un arte y una tarea compleja para todos los padres. Para algunos –quizá la mayoría-, es una cuestión más compleja, respecto de otros.

La marcada diferencia en el entramado social en el que nos encontramos sitúa a unos padres en desventaja frente a otros, y nos hace valorar el esfuerzo constante y delicado de todos los docentes y cuantos ofrecen sus servicios para lograr una verdadera educación en los miles de estudiantes que dan rostro a nuestro país.

Ahora conviene preguntarnos con honestidad, ¿en qué consiste la educación?, ¿cómo lograr verdadera y contundentemente el aprendizaje?, por ser algo tan sagrado el proceso de enseñanza y aprendizaje, con mucha seguridad podemos afirmar que no consiste solamente en aprender a escribir, o en colocar acentos, o en distinguir qué letras utilizar discriminando las que no corresponden. En fin, una tarea tan compleja que lejos de mutilar a los estudiantes, habrá de permitir que se desarrollen plenamente como individuos, no que se adapten a sistemas dominantes y punitivos.

Lo que sí podemos afirmar con toda certeza es que mucho de lo que la educación es, consiste en la permanente disposición de aprender. Hemos visto que los padres tienen mucha disposición y un verdadero deseo de aprender; eso es muy bueno, pero solo eso no es suficiente. El esfuerzo por lograr que los hijos se superen van más allá de intenciones y deseos. Exige un esfuerzo constante y delicado, un servicio humilde pero enfático con tal de lograr que los hijos ofrezcan la mejor versión de sí mismos. Lo mismo se puede decir de los maestros y de todos los trabajadores de la educación, una permanente actitud de aprendizaje.

La situación actual, en la que han comenzado los cursos, nos ofrece la posibilidad de dar definitivamente un giro copernicano en la educación, que consiste en permitirles a los maestros, a los padres y a los estudiantes hacerse dueños de sí mismos. Hoy que la educación está en manos de todos, es más probable que asistamos a una verdadera transformación desde el fondo, en la base.