/ domingo 24 de mayo de 2020

¡No a la normalidad!

La historia de estos tiempos es una antes y tendrá que ser otra después del coronavirus. ¡Por ningún motivo podemos volver a lo que era antes del Covid-19! Pese a que antes de esta pandemia hubo muchas cosas muy buenas de las que ahora nos sentimos orgullosos y plenamente satisfechos. No podemos volver a la antigua normalidad.

Este virus inesperado nos ha permitido tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad. Antes de él nos desplazábamos a voluntad. Hacíamos lo que queríamos sintiéndonos poderosos, inalcanzables, grandes. Pero esta situación nos ha enseñado que no es así, que, en realidad, somos muy indefensos y terriblemente frágiles. Un virus imperceptible puede pararnos en seco, cancelar nuestras agendas y encerrarnos entre cuatro paredes. ¡En realidad no somos tan poderosos!

La historia que continuaremos escribiendo, después de la coma que ha venido a significar para nosotros el virus-corona, estará aderezada con la conciencia de que la vida es muy breve. Brevísima, y que, o la vivimos al máximo, sintiéndonos verdaderamente agradecidos con lo que ésta nos ha permitido o moriremos frustrados e insatisfechos por no haber vivido la oferta que teníamos en las manos.

Los nuevos estilos de vida a los que asistiremos nos permitirán vivir con la mirada puesta en los ancianos y enfermos; en los más vulnerables. No hay medida de mayor gratitud que cuidar de ellos por todo el bien que nos han hecho con sus esfuerzos. Cuidar del pobre, del enfermo, del vulnerable es un signo delicado de amor desinteresado.

Hasta antes de la pandemia estábamos acostumbrados a llevar nuestras vidas un tanto al margen de nuestras familias. Eran comunes las huidas de los hijos de sus hogares, el abandono de sus padres, el trato despectivo hacia ellos. Ahora aprendimos que nuestras familias son el espacio perfecto para cuidarnos, crecer y desarrollarnos en armonía, pese a la hostilidad del ambiente.

Frente a los estilos esquizofrénicos de autosuficiencia y narcisismo, que inundaban nuestros ambientes, los tiempos venideros habrán de ser los tiempos de la solidaridad, del encuentro con el otro, del cuidado sincero. Saldremos al encuentro de los demás para hacer más livianas nuestras cargas, para acompañarnos en nuestras vidas, para ser compañeros de camino.

Por ningún motivo podemos regresar a lo de antes. No podemos volver a la antigua normalidad. Estamos en el tiempo perfecto de comenzar a escribir la historia desde la ruta del cuidado.

La historia de estos tiempos es una antes y tendrá que ser otra después del coronavirus. ¡Por ningún motivo podemos volver a lo que era antes del Covid-19! Pese a que antes de esta pandemia hubo muchas cosas muy buenas de las que ahora nos sentimos orgullosos y plenamente satisfechos. No podemos volver a la antigua normalidad.

Este virus inesperado nos ha permitido tomar conciencia de nuestra vulnerabilidad. Antes de él nos desplazábamos a voluntad. Hacíamos lo que queríamos sintiéndonos poderosos, inalcanzables, grandes. Pero esta situación nos ha enseñado que no es así, que, en realidad, somos muy indefensos y terriblemente frágiles. Un virus imperceptible puede pararnos en seco, cancelar nuestras agendas y encerrarnos entre cuatro paredes. ¡En realidad no somos tan poderosos!

La historia que continuaremos escribiendo, después de la coma que ha venido a significar para nosotros el virus-corona, estará aderezada con la conciencia de que la vida es muy breve. Brevísima, y que, o la vivimos al máximo, sintiéndonos verdaderamente agradecidos con lo que ésta nos ha permitido o moriremos frustrados e insatisfechos por no haber vivido la oferta que teníamos en las manos.

Los nuevos estilos de vida a los que asistiremos nos permitirán vivir con la mirada puesta en los ancianos y enfermos; en los más vulnerables. No hay medida de mayor gratitud que cuidar de ellos por todo el bien que nos han hecho con sus esfuerzos. Cuidar del pobre, del enfermo, del vulnerable es un signo delicado de amor desinteresado.

Hasta antes de la pandemia estábamos acostumbrados a llevar nuestras vidas un tanto al margen de nuestras familias. Eran comunes las huidas de los hijos de sus hogares, el abandono de sus padres, el trato despectivo hacia ellos. Ahora aprendimos que nuestras familias son el espacio perfecto para cuidarnos, crecer y desarrollarnos en armonía, pese a la hostilidad del ambiente.

Frente a los estilos esquizofrénicos de autosuficiencia y narcisismo, que inundaban nuestros ambientes, los tiempos venideros habrán de ser los tiempos de la solidaridad, del encuentro con el otro, del cuidado sincero. Saldremos al encuentro de los demás para hacer más livianas nuestras cargas, para acompañarnos en nuestras vidas, para ser compañeros de camino.

Por ningún motivo podemos regresar a lo de antes. No podemos volver a la antigua normalidad. Estamos en el tiempo perfecto de comenzar a escribir la historia desde la ruta del cuidado.