/ domingo 5 de abril de 2020

Tres veces secuestrado

En la Cuenca del Papaloapan, un joven ha sido secuestrado en tres ocasiones. Los padres han cubierto el rescate. Y lo continúan plagiando.

La familia está pensando enviarlo a Estados Unidos, donde vive su hermano mayor desde hace 5 años, migrante que es.

Pero el chico se pregunta:

A. De nada sirve, dice, ir a EU… si no hablo inglés y que, bueno, en su mirada, necesita el idioma.

B. Ranchero que es, ningún caso mira partir a otra tierra para emplearse de ranchero.

C. Aquí, dice, vive mi familia y mi novia. Irme… significa arraigarme allá, como mi hermano, quien nunca ha vuelto al pueblo.

D. He de cambiar el tren de mi vida. Mis hábitos y costumbres. Mis gustos y diversiones.

Y aquí sigue en la noche más larga de Veracruz, pues ahora, con todo y lo que digan en la cancha pública, Veracruz, primer lugar nacional en secuestros y feminicidios.

En todo caso, una es la versión oficial, y otra, mil años luz de distancia, la realidad real.

El chico estudia el bachillerato y ha visto migrar del pueblo a un montón de compañeros.

Unos, la mayoría, para seguir estudiando en otras ciudades. Otros, huyendo del desempleo y el subempleo. Otros, huyendo de la inseguridad y la impunidad.

Desde el tercer secuestro, ha cambiado sus días y noches. Cero fines de semana en los antros. Cero reuniones sociales con los amigos. Cero andar solo en la tarde y la noche. Cero nuevas amistades. Cero exponerse en despoblado. Siempre con el celular en la mano avisando de su ubicación y los compitas con quienes está.

Nunca sus padres han interpuesto una denuncia por temor pues en base a experiencias ajenas sienten que los malandros se recrudecen.

Y como aquel padre de familia de Jaltipan, ganadero, que agarró la escopeta para matar conejos y esperó en el rancho a los malandros y mató a tres, el padre del chico también está dispuesto.

Pero se detiene. Una guerra así solo genera más violencia. Y ni modo de exponer a la familia completa.

Mejor, en el tiempo de la impunidad, aguantar vara, y quizá hasta busquen una estampita, un amuleto, en el mercado que diga "Detente enemigo… el corazón de Jesús está conmigo".

Los amigos lo han invitado a formar una especie de autodefensa, guardia comunitaria, como en Las Choapas.

Pero también se ha negado. Su padre y los tíos y los primos.

Se duda si tenga confianza en la autoridad para que algún día la vida sea diferente. Pero al paso que vamos, mucho se duda.

Ninguna lucecita se enciende en el largo y extenso túnel de la desesperanza y el desencanto.

Solo le quedaría exclamar como al personaje de Carlos Fuentes Macías en una de sus novelas:

"¡Aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer!".

Así caminan los días y las noches en la Cuenca del Papaloapan.

Nadie olvida, por ejemplo, el secuestro y asesinato de una chica, sobrina del entonces presidente municipal de Carlos A. Carrillo.

Tampoco el secuestro y desaparición del hermano de un ex alcalde de Cosamaloapan y quien como diputado local formara un Bloque de legisladores con el objetivo de presionar a la secretaría de Seguridad Pública en el tiempo de Javier Duarte.

Y el montón de fosas clandestinas aparecidas en el transcurso de los años.

Una pesadilla que parece inacabable.

En la Cuenca del Papaloapan, un joven ha sido secuestrado en tres ocasiones. Los padres han cubierto el rescate. Y lo continúan plagiando.

La familia está pensando enviarlo a Estados Unidos, donde vive su hermano mayor desde hace 5 años, migrante que es.

Pero el chico se pregunta:

A. De nada sirve, dice, ir a EU… si no hablo inglés y que, bueno, en su mirada, necesita el idioma.

B. Ranchero que es, ningún caso mira partir a otra tierra para emplearse de ranchero.

C. Aquí, dice, vive mi familia y mi novia. Irme… significa arraigarme allá, como mi hermano, quien nunca ha vuelto al pueblo.

D. He de cambiar el tren de mi vida. Mis hábitos y costumbres. Mis gustos y diversiones.

Y aquí sigue en la noche más larga de Veracruz, pues ahora, con todo y lo que digan en la cancha pública, Veracruz, primer lugar nacional en secuestros y feminicidios.

En todo caso, una es la versión oficial, y otra, mil años luz de distancia, la realidad real.

El chico estudia el bachillerato y ha visto migrar del pueblo a un montón de compañeros.

Unos, la mayoría, para seguir estudiando en otras ciudades. Otros, huyendo del desempleo y el subempleo. Otros, huyendo de la inseguridad y la impunidad.

Desde el tercer secuestro, ha cambiado sus días y noches. Cero fines de semana en los antros. Cero reuniones sociales con los amigos. Cero andar solo en la tarde y la noche. Cero nuevas amistades. Cero exponerse en despoblado. Siempre con el celular en la mano avisando de su ubicación y los compitas con quienes está.

Nunca sus padres han interpuesto una denuncia por temor pues en base a experiencias ajenas sienten que los malandros se recrudecen.

Y como aquel padre de familia de Jaltipan, ganadero, que agarró la escopeta para matar conejos y esperó en el rancho a los malandros y mató a tres, el padre del chico también está dispuesto.

Pero se detiene. Una guerra así solo genera más violencia. Y ni modo de exponer a la familia completa.

Mejor, en el tiempo de la impunidad, aguantar vara, y quizá hasta busquen una estampita, un amuleto, en el mercado que diga "Detente enemigo… el corazón de Jesús está conmigo".

Los amigos lo han invitado a formar una especie de autodefensa, guardia comunitaria, como en Las Choapas.

Pero también se ha negado. Su padre y los tíos y los primos.

Se duda si tenga confianza en la autoridad para que algún día la vida sea diferente. Pero al paso que vamos, mucho se duda.

Ninguna lucecita se enciende en el largo y extenso túnel de la desesperanza y el desencanto.

Solo le quedaría exclamar como al personaje de Carlos Fuentes Macías en una de sus novelas:

"¡Aquí nos tocó vivir y qué le vamos a hacer!".

Así caminan los días y las noches en la Cuenca del Papaloapan.

Nadie olvida, por ejemplo, el secuestro y asesinato de una chica, sobrina del entonces presidente municipal de Carlos A. Carrillo.

Tampoco el secuestro y desaparición del hermano de un ex alcalde de Cosamaloapan y quien como diputado local formara un Bloque de legisladores con el objetivo de presionar a la secretaría de Seguridad Pública en el tiempo de Javier Duarte.

Y el montón de fosas clandestinas aparecidas en el transcurso de los años.

Una pesadilla que parece inacabable.

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