/ sábado 26 de septiembre de 2020

Corredor de la vergüenza

Hay un corredor de la vergüenza social en Veracruz. Es de norte a sur y de este a oeste...

En el siglo pasado, las tribus priistas alardeaban de los corredores industriales. Después, los corredores turísticos.

Con el tiempo, los corredores Récord Guiness con los llamados Pueblos Mágicos. Luego, los corredores gastronómicos con el filete más grande del mundo.

Incluso, hasta inventaron, vaya genialidad, el café más grande del planeta sobre el malecón del paseo y que duró, vaya gustito, el tiempecito aquel de la presidenta municipal roja.

El corredor de la vergüenza está integrado por los peores males de la caja de Pandora en el siglo XXI:

Un Veracruz en recesión con empresas quebradas y cerradas, y hasta con el cierre definitivo, y el desempleo galopante como siniestro jinete del Apocalipsis.

Un Veracruz incapaz de salir de la guerra en que está atorado desde el sexenio panista de Felipe Calderón.

Un Veracruz donde la miseria y la pobreza germinan en tierra fértil en las regiones indígenas y campesinas desde Huayacocotla, en los límites con Hidalgo y Puebla, hasta el Valle de Uxpanapa, en los límites con Oaxaca y Chiapas, y que son, más que suburbios, campos de concentración donde la jodidez denigra la dignidad humana.

El corredor de la vergüenza donde el más elevado logro político y social es la creación y recreación del góber machetero en tanto cientos, miles de paisanos (un millón afirma la Universidad Veracruzana) intentan ganar la batalla económica y social en Estados Unidos como migrantes sin papeles.

Un Veracruz donde, gran alegría, Salma Hayek, Ana de la Reguera y Adriana Abascal siguen triunfando en Europa y Estados Unidos, mientras aquí, asesinan a un reportero, Julio Valdivia Rodríguez, quien para llevar el itacate a casa (esposa y 4 hijos) vendía tamales un día y donas al siguiente y otra vez tamales en el día tres y así de manera ininterrumpida cada semana, incluídos los domingos.

El Veracruz donde el góber bendecido de AMLO más bien asemeja un showman, "la versión más desaforada del populismo" (Marc Bassets en "Otoño americano") y lo peor, sin tomar conciencia de la oportunidad histórica de su vida.

El corredor de la vergüenza con decenas de libros de crónicas y reportajes publicados sobre los graves pendientes sociales (el tiradero de cadáveres y de impunidad, el más desafortunado) y de nada ha servido ni trascendido, como si los males estuvieran sucediendo en el otro extremo del planeta.

Epidemia, entonces, del coronavirus con sus estragos. Epidemia de la recesión con el desempleo. Epidemia de la indolencia y el desdén. Epidemia de la pobreza y la miseria. Epidemia de la desigualdad social y económica. Epidemia de la muerte.

Nadie dudaría de la epidemia con el consumo de droga… que por alguna razón, además del tráfico, los carteles y cartelitos viven aquí, como en el paraíso, la tierra prometida y soñada,

Todos los signos son ominosos. La guerra fallida.

El desequilibrio económico y social. La baja calidad educativa. La peor calidad de salud.

Un pueblo diezmado y minado. Sin desarrollo humano. Sin escalar mejores y dignos niveles de vida. Incluso, sin el legítimo derecho a soñar cuando, caray, derecho universal tener derecho a todo.

Fue grandioso el destino de Veracruz en el siglo antepasado. Ahora, el Veracruz fallido.

Hay un corredor de la vergüenza social en Veracruz. Es de norte a sur y de este a oeste...

En el siglo pasado, las tribus priistas alardeaban de los corredores industriales. Después, los corredores turísticos.

Con el tiempo, los corredores Récord Guiness con los llamados Pueblos Mágicos. Luego, los corredores gastronómicos con el filete más grande del mundo.

Incluso, hasta inventaron, vaya genialidad, el café más grande del planeta sobre el malecón del paseo y que duró, vaya gustito, el tiempecito aquel de la presidenta municipal roja.

El corredor de la vergüenza está integrado por los peores males de la caja de Pandora en el siglo XXI:

Un Veracruz en recesión con empresas quebradas y cerradas, y hasta con el cierre definitivo, y el desempleo galopante como siniestro jinete del Apocalipsis.

Un Veracruz incapaz de salir de la guerra en que está atorado desde el sexenio panista de Felipe Calderón.

Un Veracruz donde la miseria y la pobreza germinan en tierra fértil en las regiones indígenas y campesinas desde Huayacocotla, en los límites con Hidalgo y Puebla, hasta el Valle de Uxpanapa, en los límites con Oaxaca y Chiapas, y que son, más que suburbios, campos de concentración donde la jodidez denigra la dignidad humana.

El corredor de la vergüenza donde el más elevado logro político y social es la creación y recreación del góber machetero en tanto cientos, miles de paisanos (un millón afirma la Universidad Veracruzana) intentan ganar la batalla económica y social en Estados Unidos como migrantes sin papeles.

Un Veracruz donde, gran alegría, Salma Hayek, Ana de la Reguera y Adriana Abascal siguen triunfando en Europa y Estados Unidos, mientras aquí, asesinan a un reportero, Julio Valdivia Rodríguez, quien para llevar el itacate a casa (esposa y 4 hijos) vendía tamales un día y donas al siguiente y otra vez tamales en el día tres y así de manera ininterrumpida cada semana, incluídos los domingos.

El Veracruz donde el góber bendecido de AMLO más bien asemeja un showman, "la versión más desaforada del populismo" (Marc Bassets en "Otoño americano") y lo peor, sin tomar conciencia de la oportunidad histórica de su vida.

El corredor de la vergüenza con decenas de libros de crónicas y reportajes publicados sobre los graves pendientes sociales (el tiradero de cadáveres y de impunidad, el más desafortunado) y de nada ha servido ni trascendido, como si los males estuvieran sucediendo en el otro extremo del planeta.

Epidemia, entonces, del coronavirus con sus estragos. Epidemia de la recesión con el desempleo. Epidemia de la indolencia y el desdén. Epidemia de la pobreza y la miseria. Epidemia de la desigualdad social y económica. Epidemia de la muerte.

Nadie dudaría de la epidemia con el consumo de droga… que por alguna razón, además del tráfico, los carteles y cartelitos viven aquí, como en el paraíso, la tierra prometida y soñada,

Todos los signos son ominosos. La guerra fallida.

El desequilibrio económico y social. La baja calidad educativa. La peor calidad de salud.

Un pueblo diezmado y minado. Sin desarrollo humano. Sin escalar mejores y dignos niveles de vida. Incluso, sin el legítimo derecho a soñar cuando, caray, derecho universal tener derecho a todo.

Fue grandioso el destino de Veracruz en el siglo antepasado. Ahora, el Veracruz fallido.

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