/ miércoles 9 de mayo de 2018

Última llamada

Ante los gritos enardecidos de las multitudes en todo tiempo, pero especialmente en época de elecciones, hay que saber reconocer y honrar la honestidad intelectual de algunos. No todos tienen el valor de señalar los peligros del camino al abismo, cuando una multitud hipnotizada sigue a un líder como al flautista de Hamelin. Es difícil sustraerse al hechizo al pensar erróneamente que la mayoría no puede equivocarse. Por eso es meritorio que algunos con conocimiento de causa, sin compromiso partidario y gran valor civil, nos compartan su visión de las cosas.

Además a tiempo. En estas circunstancias el historiador y escritor Enrique Krauze ha levantado la voz para lanzar una especie de última llamada, con la esperanza de que la gente se guíe por razones y no por pasiones a la hora de emitir su voto el próximo primero de julio. Una elección que impactará al país no seis años, sino a toda una generación. De eso trata esencialmente su más reciente libro El pueblo soy yo (Debate, 2018). Él no anda en campaña, no compite con nadie para puesto alguno; no descalifica ni calumnia. Presenta hechos y da razones. Analiza la biografía política del puntero en las encuestas para la elección de presidente de la República; desmenuza críticamente los libros que éste ha publicado, las acciones de los hombres que admira, entre ellos Garrido Canabal, su formación como dirigente social y político y su paso como jefe de Gobierno de la hoy Ciudad de México.

El autor no se deja impresionar por lo que sucede en la aldea. Su mirada va más allá, es global; porque la globalidad no es sólo un concepto económico, ya que también hay mentalidades cerradas. Él hurga en el pasado en busca de respuestas; acude también a la filosofía y literatura antiguas y actuales. Con frío realismo llega a la conclusión que las democracias también son mortales. En Grecia, la cuna de este sistema político apenas duró dos siglos. Sus enemigos acechan por todos lados. Y las masas —el pueblo como suele decirse— sucumben como doncellas con facilidad ante la seducción del demagogo. La palabra se pone al servicio del poder, no de la verdad y, por lo tanto, da a luz a su hijo espurio: el populismo. Krauze nos proporciona las claves para identificarlo. La primera línea del prólogo define su intención: “Éste es un libro contra la entrega del poder absoluto a una sola persona”, nos dice.

Se quiere evitar un suicidio político colectivo. No está contra nadie, sino contra algo: el poder absoluto.